Vista de sala en el CCEsp en Managua, con la muestra El Pasado Adelante. Foto cortesía de los organizadores
Una muestra internacional marca el tiempo del Bicentenario de Independencia de las patrias centroamericanas, que organizan los Centros Culturales de España en América Central, y Casa de América en Madrid, coordinación de Tamara Díaz-Bringas y Ricardo Ramón Jarne. El proyecto empuja hasta colisionar esas estratificaciones de la cultura del istmo, levanta la superficie de su visualidad y regeneran nuevas topografías artísticas, narrativas y nociones cartográficas críticas y sus discursos de punta.
Vista de sala en el CCEsp en Managua, con la muestra El Pasado Adelante. Foto cortesía de los organizadores
La Sede de Nicaragua del CCEsp de Managua observa esta singular metáfora del arte contemporáneo, focalizando su visor hacia la materia origen, hacia la tierra, y la adoba con agua para transformarla en barro, esa piel de lodo que es herencia milenaria, y, al pasar por el poder del fuego la cohesiona, da temple, timbre, una sonoridad que hace reverberar el aire el cual respiramos nosotros los moradores de estos suelos y gestores de cultura.
El proyecto es una remezón a lo inmemorial, a lo que nos fue donado a todos sin excepción para conformar nuestro entorno -tal y como comenté en una versión que se publicará en Wall Street International magazine, versión en español-, son la casa de barro con sus utensilios también de gres, espacios sacros donde fuimos procreados y desde ese recinto se advirtieron los dolores de la parturienta, bajo esa estructura que porta al origen, a la cueva existencial que todos buscamos estar y retornar al origen, al útero del mundo que porta al doble cono -uno arriba y otro abajo-, casa cónica originaria y recinto cósmico, y la gran Ceiba pentandra, árbol sagrado conectando Supramundo e Inframundo, esa forma de cosmogonía amarrada a nuestras creencias y mitos, tan importantes para el arte actual.
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Sincronía creativa
Es una remezón a una territorialidad de agua abundante rodeando a un istmo mesoamericano, extensión de los orígenes de grandes culturas como la mítica Aztlán -patria “xicana”, azteca o mexica-, cuyas memorias fundacionales provienen del inmenso suelo rodeado por mares: “Azt” agua / ”tlán” tierra-, que otrora, según la noción del curador Tomás Ybarra-Frausto -en la década de los noventas del siglo anterior-, y aquella visualización territorial que distaba desde los confines ”xicanos” en la actual California, hasta la mitad del continente, en Panamá.
Esta es la idea visualizada precisamente por el gran chamán del arte centroamericano actual, Rolando Castellón (Moyo Coyatzin) para crear su “Abya Yalá de tierra”. Suelo de las razas, y, como dije, los originarios de Aztlán (hombres de tierra y agua y la visión de la nueva Atlántida), pero también la civilización Maya e Inca en territorio andino del gran Sur, y para poner puntos sobre las “íes” nuestra raza Chorotega, epicentro en el cual se expande el trabajo de la arcilla policroma posicionando a Quetzalcoatl o serpiente emplumada y que aprendieron nuestros artesanos de San Juan de Oriente en Masaya y de la Gran Nicoya al Norte de Costa Rica.
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La curadora Illimani de los Andes, para la versión de Nicaragua, en un párrafo-cita, posiciona histórico-culturalmente cuando reflexiona en la materia origen: “Se coloca el barro en una perspectiva preponderante, como materia prima elemental sobre la cual se involucra al tiempo, la historia, la política, la mitología y cosmovisión mesoamericana, de la cual deviene Nicaragua, en una coexistencia cultural que persiste hasta nuestros días”. (J.L. Capdepont. 2011)
Lecturas a algunas zonas expuestas
Ya externé mi fascinación con el mapa de tierra creado por Castellón para la muestra ´atlÁntis´centrAmérica 2016 en San José, Costa Rica, y California, símbolo a su vez de “Mesoamérica Tierra Encendida”, Junio-Agosto 2021, Museo de Jade y la Cultura Precolombina, curada por la misma Illimani de los Andes de Nicaragua, Erandi Ávalos de México y LFQ de Costa Rica. Impostado como un mega-símbolo cuya sustancia engloba mucho pensamiento ante las contingencias e incertidumbres que fracturan y convierten en polvo y puede que se lleve el viento a la materia origen, sino también que alumbra otras identidades y visibilizaciones fuera de tantos estereotipos y clichés, que durante décadas opacaron la verdadera luminosidad de esta tierra y su proyecto artístico.
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Dije, en el texto para WSImag que me encanta el barro policromo con los curioles o pigmentos naturales similares a los utilizados por los ancestros chorotegas, extraídos al pie del cerro o en la margen del río, testimoniar una forma y materia pasada por los hornos y talleres del pueblo originario de San Juan de Oriente en la histórica Masaya.
Importa valorar la gracia que impregna el lenguaje, son palabras que comprendo por su profunda sincronía y aunque estén pronunciadas con otros acentos, su contenido vibra como esos timbres de la “terracotta” al chocar entre sí y generar otras jergas artísticas en esta región. Vemos lo que creemos, lo que sabemos hacer y fue aprendido al conectar nuestro intelecto al origen y espiritualidad, eriza los poros excitados por el trance del arte, de sentir la fuerza de la semilla depositada hasta donde penetra la raíz, no solo de la tierra sino de la cultura, y una mirada puesta en el sensible hilo de la memoria que todo lo anuda y acrecienta.
Vista de sala en el CCEsp en Managua, con la muestra El Pasado Adelante. Foto cortesía de los organizadores
“Cihuacóatl: Génesis o Calendario Lunar” amasado con pies y manos por cuatro mujeres: Illimani, Xolchi, Luisa y Morena. La curadora escribe al respecto: “Llama la atención el calendario lunar como brújula de creación femenina encontrado junto a la figura de Cihualcóatl: La mujer serpiente, quien a modo de narración oral en la comunidad se atribuye a ella ser abuela de Quetzalcoatl”. (Illimani 2021)
En esta noción sincrética del origen, suma el suelo que soporta dichos entes vivenciales, cuando irriga el río, moja la lluvia, azota la tormenta, el viento arrecia el cerro, crujen las maderas de la montaña por donde ondea la serpiente en un juego de opuestos, como las contradicciones e incertidumbres de la existencia representada con la espira de paso continuo, símbolo de la Pachamama o Madre Naturaleza, y el águila arpía que al surcar nuestro firmamento para rastrear su presa en ese juego de complementos: el bien y el mal, regentes de los destinos de sus moradores terrestres.
Me detienen a gozar la fuerza de esas “atlantes” o máscaras en madera que, como la montaña en el valle sagrado de los Incas, sostienen el cielo, y son retratos de deidades locales, del agua, del barro, de la madera, del alimento vernáculo como el maíz; máscaras talladas por artesanos anónimos locales para usarlas en rituales y danzas ceremoniales. En una estatura estética similar están las esculturas del maestro Aparicio Artola, abstracción de lo cosmogónico, de las fuerzas que originan el gran Caos que fluye en la deriva, como el sismo o la tormenta, pero en cuyo ojo se posiciona el arte como sinónimo de luminosidad.
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Yasser Salamanca nos comparte una narración vernácula replanteada en escala actual para visualizar lo autóctono, contradicciones desde otras claves, como lo explica la curadora: “El recurso literario del artista implica una forma de describir la contradicción que representan las sociedades modernas, en un frenesí que involucra a la tecnología, a la ciencia, y al sistema que prevalece como nuevo orden mundial”. (Illimani 2021, en el texto curatorial)
Claudia Gordillo muestra fotografías de los carnavales sincréticos del “Torovenado”, originados también en Masaya. Aduce: “Estas fiestas están llenas de burla, humor, máscaras y animales. Estos últimos son símbolos prehispánicos que lograron sobrevivir, a pesar de nuestra historia colonial de negación hacia aquello que recordaba la cultura autóctona de los pueblos indígenas”. (Citado y comentado en el texto curatorial).
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Me seduce la forma mínima de una espira de paso sencillo símbolo de lo natural, poderoso en estas configuraciones lineales minimalistas de Patricia Belli, con el título de “Xipe Tótec”, dios azteca de la agricultura, amuleto de la renovación constante, la cual se desplaza rompiendo el surco en la tierra y cargándola de fertilidad y semilla de la abundancia.
De gran interés es la inclusión en esta muestra en Managua del arte de la zona costera caribe, que me evoca a la diosa yoruba del mar, entre otras figuras que pueblan su imaginario, talladas en maderas duras y alternativas por Enmanuel Padilla, quien comenta: “Nosotros los miskitos creemos en Ulak, protector del monte, dueño de las montañas”.
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La pieza de Anna Handick que trabaja con el burillo, tallo del plátano o banano para envolturas de alimentos, es de gran importancia como material tolerante con la naturaleza y la lucha por descarbonizar la industria actual que tantos riesgos provoca al calentamiento del planeta. Escarba en mis recuerdos los inicios de los ochenta del siglo XX cuando en la revista pionera del diseño industrial en la región, Módulo, del Tecnológico de Costa Rica, se publicó “Manual del burillo”, demostraba la obtención de tejidos, alfombras, superficies para muebles, paredes, todo extraído de esa fibra y corteza en las practicas artesanales nicaragüenses. En otro eje, quizás más político, me recuerda la Décima Bienal de Arte Centroamericano, 2016, dirigida por Tamara Díaz-Bringas con aquella sede en Puerto Limón, propio en las antiguas oficinas de la United Fruit Company UFCO, que desgajó la herida de décadas muy oscuras de la explotación bananera en el istmo, y la presagiante canción de Calero, novela de Carlos Luis Fallas “Mamita Yunai”, 1941, cuando canta: “Conozco un mar oscuro y siniestro, donde las naves del placer no llegan”.
“Arboretum” de Noel Saavedra asoma el rizoma, el cual brota ahí donde nadie lo espera, naturaleza en la ciudad que puede recomponer otros paisajes, que tal vez se agarra a las paredes o sobre las superficies horizontales cargando esta naturaleza indómita pero prodigiosa.
Hablamos de una geografía de abundancia hídrica, diversidad de flora y fauna, privilegiada por la calidad del humus fértil y la fibra del hato que la camina bajo sus soles tórridos, pero, sobre todo, del hacedor de cultura, nacido del maíz, constructor de un arte esencial como el que nos presenta esta propuesta centroamericana, y que, además, tiene su doble resonando en los Centros Culturales de España en las demás capitales del istmo y en Casa de América, Madrid.
Vista de sala en el CCEsp en Managua, con la muestra El Pasado Adelante. Foto cortesía de los organizadores
Y esto me sirve para concluir: Es comprensible, por la actual encrucijada en que camina el hermano país Nicaragua, pero resiento aquel arte quizás burlón e incisivo, que desnuda cualquier pose ante la esencia de las manifestaciones crítico-creativas contemporáneas, no para cuestionar a los artistas ni la curaduría -que lo hicieron muy bien-, sino para desnudar de esas caretas a los gobernantes tan contradictorios.
Notas
Jorge Luis Capdepont “Mesoamérica o el Proyecto Mesoamérica. La Historia como Pretexto” en LíminaR Estudios Sociales y Humanísticos. Vol 9 N0.1. San Cristóbal de las Casas. 2011 pp 132-152 Citado por Illimani de los Andes en texto curatorial
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