Muestra en Sala Umbral del Museo del Jade y la Cultura Precolombina del Instituto Nacional de Seguros en San José, Cista Rica, curada por Marta Rosa Cardoso
Inventarios Lú_di_cos II de José Solórzano en el Museo del Jade
Estos inventarios lúdicos II, del costarricense José Solórzano, irradian el brillar excelso del legado de nuestros pueblos originarios del continente Abya Yalá, como antaño se llamó nuestra tierra, su naturaleza y cultura originaria, por lo tanto, nuestros mares, costas, islas, archipiélagos, cordilleras, llanuras, campos, costas, es una herencia tan grande e irrepetible que es imposible superarla, pero si es posible reinventarla con alguna dosis de desenfado, o, tal y como aprecia el título de la exposición: “Ludismo”.
Caminar concentrado, avistando la propuesta de la Sala Umbral, es como situarse en un ritual de gratitud por lo aprendido y donde extender las referencias a aquellos contornos y grecas, de las cuales refiere la artista, intelectual y folclorista nacional Emilia Prieto en uno de los abundantes textos de pared: “buscando entre esas líneas ondulantes y fuertes los centros nerviosos de una raza pura en la que deberíamos confiar nuestro sano impulso de renacer”. (Emilia Prieto (1932) Arte Indígena. Repertorio Americano).
Inventarios Lú_di_cos II de José Solórzano en el Museo del Jade
Estas últimas palabras y frase escritas por Prieto Tugores, repito: “confiar nuestro sano impulso de renacer”, es en suma significativa, me engulle a meditar y a tener confianza, a rondar con el pensamiento puesto en el caracol -que mientras se escucha la sonoridad del mar, pasan las horas, como si fueran metáfora-, y evocar precisamente un diciembre de 2012, cuando finalizó lo prefijado en el calendario maya, y se anunciaba que el mundo iba a terminar. La gente pensaba en grandes cataclismos y renegridos nubarrones en el firmamento; pero fue cierto, los hubo: terremotos, huracanes, inundaciones, sequías, incendios, guerras, calamidades sociales, la pesadilla de los migrantes atravesando las selvas del Tapón del Darién y dejando huellas de sangre en el barro, y las rutas de la muerte antes de llegar al borde o frontera de la desidia; además de políticos corruptos, déspotas fratricidas, y, ¿¡ni qué decir de la pandemia que detuvo el mundo y nos encerró en los espacios seguros de nuestras propias casas y consumirnos en la existencia digital de la virtualidad!?
Inventarios Lú_di_cos II de José Solórzano en el Museo del Jade
Pero, precisamente, ese críptico acontecer ya ocurrió, lo que estaba a punto de orquestarse con la finalización del baktún (unidad de tiempo de la temporalidad maya de cuatrocientos años), era un renacer, un florecimiento de nuestra cultura mesoamericana con una nueva sonoridad, más cercana a la natura, al trino de la avecilla, al romper de los oleajes en las arenas doradas o pardas, en una nueva época de luminosidad para volver a ver este arte exhibirse en las salas de los museos y en propuestas edificantes que imprimen confianza, sobre todo a los artistas que hemos estado tan compungidos mirándonos hacia sí mismos en estos días oscuros que por fortuna ya van pasando.
Inventarios Lú_di_cos II de José Solórzano en el Museo del Jade
Una muestra para descolonizar la cultura
De manera que cuando Marta Rosa Cardoso, la curadora, me comentó en messenger acerca de este proyecto de José Solórzano, ¡brinqué de emoción!, pues precisamente esta propuesta suma a dicha luminosidad y que ya está más brillante aún después del reset post pandémico cuando empiezan a develarse las mejores propuestas y manifestaciones de nuestro arte mesoamericano actual. Yo creo y lo repetiré muchas veces, que los individuos creativos, artistas, diseñadores, arquitectos, poetas, narradores, bailarines, actores, tengan confianza al reelaborar los remanentes de esta simbólica tan original y la apliquen a los nuevos artefactos, a los nuevos objetos, a la gráfica renovada, a los libros, a los productos de estos tiempos actuales ya entrados en el “baktún de lo desconocido e incierto”, pues los mayas no adelantaron nada más. Nos toca a nosotros hacerlo, construirlo, producirlo, como hoy lo hace este joven Solórzano de manera tan lúcida y creativa.
Siempre he dicho que estos desafíos no llegan a hacerse solos, para que se hagan realidad necesitan muchas mentes pensantes, muchos brazos para alcanzar el reto con éxito, y a empujar una verdadera transformación cultural. Lo que se expone es un buen ejemplo de este discurso, las distintas series que él llama Pesquisa 2021-2022, técnica mixta; Hallazgo 2021-2022 escultura en madera; y Reencuentro 2022 cerámica intervenida, son eso que venimos formulando en gratitud a nuestra cultura originaria tan vigorosa, y a la Madre Naturaleza que nos provee de lo material pero que también anima a innovar.
Inventarios Lú_di_cos II de José Solórzano en el Museo del Jade
Crítica a la educación del pasado
En mis tiempos de formación, precisamente en la educación artística se afirmaba que el arte de este país inició con la llegada de los maestros europeos y los hijos de hacendados cafetaleros que se educaron en Europa, quienes al volver fundaron la Escuela Nacional de Bellas Artes en 1897. Pero la verdad, y lo repito a menudo en escritos y disertaciones, que el arte mesoamericano empezó cuando estos pueblos vernáculos se asentaron en la tierra, la sembraron, la cultivaron, hundieron la semilla en el surco y en la milpa, cazaron, pescaron, reconocieron su entorno, el paisaje, los materiales que les ofrecía la natura, y lo demás llegó por añadidura: lo enseñaron las aguas del río, el serpentear del reptil, las ondas concéntricas al caer una piedrita en una poza, el brincar del conejo, el vuelo del águila arpía al posarse en el Axis Mundi (la Ceiba Pentandra o árbol sagrado que creció del vientre de Pascal el rey maya de Palenque), y que sus potentes ramajes los dirige a las cuatro direcciones cósmicas). Lo enseñó la voz ronca y estrepitosa del trueno, lo dibujó el rayo, el fuego del volcán y su tremor nocturno, y el crujir de las placas terrestres al chocar acomodándose bajo esta superficie del planeta.
Inventarios Lú_di_cos II de José Solórzano en el Museo del Jade
La ciencia es muy edificante al constatar -por ejemplo-, que la cordillera de Talamanca, donde ayer y hoy viven muchas de nuestras etnias originarias, se formó al levantarse el fondo marino en la placa Caribe, metiéndose debajo de la placa Cocos y por ello en las cuencas de los ríos que son verdaderas fallas tectónicas se encuentran tantas conchitas de aquella fauna marina. Pero estas transformaciones han durado por miles de miles de años, y mientras tanto las criaturas humanas manifestaron sus creencias, trabajaron la tierra, cazaron e hicieron arte.
De manera que todo está ahí, en lo creado, en el cuadrado, el triángulo, la circunferencia, el óvalo, la espiral, lo grotesco o lo bonachón, todo está ahí en el granito, en la madera, en el barro cocido y apenas negreado, en el tejido. Son los lenguajes sagrados de la Pachama, la madre parturienta de cuyo útero emergió el ser, la cultura, el arte, el pensamiento analítico y no lineal, pues quienes al delinearlo lo entiesaron y a aquella jerga tan liminal de la curva y la contracurva, tan usada por los ancestros en la escultura, en la orfebrería del oro, en la cerámica, fueron las estructuras del pensamiento -no nuestro y lineal-, que no tengo que repetir de quienes se aprendió o de quienes hablo. Con esto trasciende que acercarse a lo originario y original de nuestra forma de bio/cultura, descoloniza, en tanto nos empodera a reconocer aquellas proezas que han ofrendado al universo, y a quienes expolia el terrateniente que quiere despojarlo de su herencia: esta tierra.
Inventarios Lú_di_cos II de José Solórzano en el Museo del Jade
¡¿Qué me gusta de esta muestra y que no?!
Hay cosas de esta propuesta artística que me encantan y en particular las tres zonas que antes cité: “Pesquizas”, “Hallazgos” y “Reencuentro”, son en suma apropiadas como también las proyecciones de fotografías de esculturas precolombinas de la colección de este museo en aquella pared-pantalla, gran pantalla como la de la memoria, donde van apareciendo las obras maestras del arte ancestral y vernáculo. Lo que no me aportan son aquellos acrílicos y aquel dibujo en la pared, como tampoco aquel gran textil, enriendo el objetivo didáctico de aplicar estos saberes a los sujetos portadores del arte contemporáneo, que están bien realizado, no lo dudo, pero me parece mera decoración. Puede que disienta de las justificaciones que las hay, de los criterios de la curaduría, pero es necesario disentir, pues no sería real que todo me pareciera excelente, eso constataría una lectura sospechosa y alejada de la crítica de arte.
En conclusión
La muestra me parece muy bien documentada, muy bien articulada con citas de importantes intelectuales de nuestra cultura local que fui leyendo sin negar con la boca abierta. Sin embargo, disiento citar en un contexto descolonizador del arte originario, la cita del español Juan Antonio Ramírez de Medios de Masas e historia del Arte 2004, que lo he leído y reconozco su enorme valor. El inventario de fechas de importantes puntos altos a considerar en esta cultura revalorada, como la publicación del libro de Diseño Precolombino de Henry Vargas 2015, que por cierto ya publicó el segundo por la editorial UNED; el año de la inauguración del Museo Nacional, el año de creación del Museo de Jade, o el año en que declararon Patrimonio de la Humanidad las esferas de piedra del valle del Diquís. Todo este inventario me parece justo y empodera. Impelen a sacar aquellos “Reencuentros” de la vitrina donde se muestran y usarlos como a un bastón chamánico para danzar en torno a la creación de estos tiempos actuales en una tierra encendida como lo es hoy la gran Mesoamérica al rendírsele valor en este simulacro lúdico tal y como acota la curadora.
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