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Alan Alejandro Vicente Abrego: un joven talento de Oaxaca de Juárez



Allan Vicente Abrego. Retrato.


La vida del artista da tremendos giros, y de repente te encuentras en el taller de aprendiente, descubriendo los materiales, experimentando la técnica y el método creativo, abordando la búsqueda de un lenguaje que te permita manifestar a tus semejantes ese mundo interior que te motiva a crear, y el tiempo, que cuaja eso que tu crees es arte. De ahí en adelante todo es descubrir, aplicar, analizar, trabajar, deducir, reflexionar, conceptualizar, crecer como artista. Esto es trabajoso, duro, sacrificado, pero si lo haces bien tiene sus recompensas.

Todos, quienes nos dedicamos a esta actividad artística, tuvimos quien nos tendiera una mano, un apoyo, guía que nos orientara en el camino de la incertidumbre, donde todo está por conocer y aprender. En arte no hay verdades completas, siempre habrá una fisura por donde pasar a otro espacio, un intersticio por donde fluyen los conceptos, las reflexiones que te permiten madurar y abordar esos pequeños descubrimientos y apropiaciones.


Reflexionar, conceptualizar, cuestionarte constantemente lo logrado, son palabras clave, pues crear, innovar, es un desafío constante, de todos los días, y la meta es la obra de arte que es portadora de tus pensamientos, de tus creencias, de tus pasiones y lo que llamamos en este medio “amor al arte”. Al respecto, siempre recuerdo las palabras de una amiga cuando presentó mi novela Árbol de Miradas, 2005: “Importa caminar, pues si hay caminos, es para que existan caminantes”.



Allan Vicente Abrego. Retrato (detalle).

En arte somos migrantes, es una búsqueda infinita hacia donde no sabes, pues si se supiera ya se habría llegado, pero de las vicisitudes del camino se aprenden. Importante, como diría el poeta Antonio Machado, “hacer camino al andar”, no importa si al recorrer una desviación llegaste sin encontrar nada, pues es necesario devolverse, no quedarse ahí, y empezar a descubrir otras rutas.

Pero algo fundamental en esta labor, es no quedarse dormidos a la vera del camino, en tanto siempre encontrarás un asiento que te tiente a descansar, pues si te duermes, te percatas que otros te adelantaron y dejaron atrás. El arte es de estar despiertos, estar pintando, trabajando constantemente. Alguien, uno de esos personajes referentes de la historia del arte decía, que “la inspiración existe, pero debe encontrarnos trabajando”.


Al apreciar las pinturas de este joven oaxaqueño Allan Vicente Abrego, de inmediato me cautivó y conmovió su autorretrato: esa pastosidad y pincelada de la piel morena tiene algo, tiene ángel como dicen los mexicanos al reconocer una fuerza que denominamos expresión, que emerge de su interioridad reflexiva y crítica. Pero esa pincelada objetiva las contingencias de la vida y el día a día que no siempre pinta color de rosa. La otra es la mirada, indagadora, cuestionadora, preguntando acerca de las grandes interrogantes de la vida y lanzando un aguijón que nos clava, engancha, y agrede quizás al jalar hacia tu mundo interior. Esa es la mirada psicológica penetrante e indagadora, a la cual, como espectador, quieres llegar una y otra vez.

Si se me permitiese una crítica, lo haría a un acabado de demasiado brillo como de escarcha, pues enciende las apariencias, y el arte no es de apariencias, el arte es de esencias. Algunas pinceladas de esa escarcha plomiza contornean las figuras, y eso no me gusta. La respuesta a este cuestionamiento, la encontrarás en el taller, en el estudio, es parte de la madurez, y eso llega con el tiempo y la experiencia cotidiana de usar los materiales, que sí, hay que tratarlos y llegar al fondo de ese atajo que tomaste, pero importa decir que nada es definitivo.

Me encanta también un retrato de una mujer con aretes triangulares, viva mirada en la cual se manifiesta lo que cree, lo que ama, lo que busca, lo que encuentra, y lo mira como dicen “de reojo”, pues hay que conquistarlo, hay que descubrirlo, hay que llegar a creer en ello. Es como hacer arte, muchos lo intentan, pero no lo consiguen pues no creen en este talento y habilidad. Me encanta también el detalle de ese cuadro donde se aprecia la pincelada y la tectónica del material o pigmento, que, por cierto, trasciende que es preparado por Abrego, es la pintura al temple.



Allan Vicente Abrego. Autorretrato.

Dice el joven Abrego, que es estudiante de la carrera de Psicología (¡vaya, interesante complemento a sus también estudios de arte!), frecuenta además, desde los 14 años sus estudios en la preparatoria de artes CEDART Miguel Cabrera del estado de Oaxaca, y cursó el cuarto semestre, con apoyo de sus familiares, un taller en el estado de Monterrey sobre técnicas del Renacimiento. De ahí los referentes que aprecia sobre todo Rembrandt, Caravaggio, Rafael Sanzio (de quien uno de los retratos me recuerda “La muda”), y se advierte en ese trazo y fuerza del tratamiento a los padres de la escuela muralista, sobre todo Siqueiros y José Clemente Orozco.


Con sus propias palabras y estatement, manifiesta un pensamiento del cual se deducen algunas de sus motivaciones: “En cuanto a mi trabajo actual, estoy en la búsqueda de la dominación y destreza que es pintar piel humana, plasmando la belleza de la mujer, biografías a partir de retratos con las expresiones más características del individuo, la ilusión del tiempo y un sin fin de pensamientos que me han surgido al paso del tiempo”.

Creo que este breve acercamiento al arte de Allan Vicente Abrego, es motivador incluso para mi, que me paso observando e investigando sobre el arte emergente, sobre todo en lo contemporáneo. Pero la pintura aún tiene grandes territorios que hay que cultivar, hay que labrar el suelo, ararlo, prepararlo, para que los frutos sean oportunos y generosos, pero sobre todo innovadores.


Luis F. Quirós, en colaboración con el maestro Ricardo Ávila

Junio 2021

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