Luis Fernando Quirós, La Fatalísima (revista on line de arte contemporáneo)
Configuraciones Espirituales en el Museo de Arte Costarricense. “La fiesta de la cabeza”, óleo sobre tela de 137 x 188 cms, circa 1897, colección del Banco Central de Costa Rica. Foto cortesía del MAC.
Cuando escribo una reseña de una exposición que me provocó visitar, o cuando merodeo el argumento para un relato que proceda de alguna vicisitud acaecida en la vida, es un insumo necesario para la activación que enciende lo vivido en algún instante de nuestra existencia. Puede que haya sucedido en alguna etapa hasta quizás obscura de tal pasado personal, comunal y/o social, o de tiempos de la crisis de juventud con sus grandes contingencias e incertidumbres y/o contradicciones enfrentadas; así es como calan los relatos, pues si encuentro en lo visto un signo o hilo conductor capaz de anudarse a la memoria, es suficiente para que nos catapulte a actuar y sacar provecho del acto. Hoy en día la crítica de arte se vuelve harto porosa con la creación literaria y, la investigación autorreferencial como experiencia; fluye en todos los resquicios de la reflexión, análisis, crítica y es precisamente donde advierto mi propia poesía interior avivando el fuego de esas evocaciones.
Crónica de una visita al MAC
Llegué al Museo de Arte Costarricense, con la intención de documentar y hacer una lectura de “Configuraciones Espirituales, Sistemas de creencias y corrientes intelectuales en el arte costarricense”, expuestas en las salas de la herradura. Está abierta a partir de septiembre de 2022, y fue curada por María José Chavarría y Mauricio Oviedo, y el historiador de Arte Esteban Calvo, director del MAC. Como es costumbre y en estos casos, llegué tan vacío como siempre, pero con el deseo de llenarme de arte y de pensamientos tan de carácter intelectual e histórico, y más con ese título tan provocativo como el que tiene. Sin embargo, reconozco la vivencia de una lucha, una tensión consigo mismo que en el fondo a quien provoca es a mí como lector de lo que el arte enuncia. Esto es un estímulo deseable y buscable en toda exhibición. En realidad, llegué sin adelantar nada. Había leído poco de esta propuesta temporal que recién se inauguraba, y al llegar hasta el fondo del museo atravesando las salas de la nave principal -ahora vacías esperando un nuevo montaje-, me permitió dar una ojeada a un conjunto de retratos elegantes de finales del siglo XIX e inicios del XX, muy bien pintados en la técnica del óleo sobre tela, y al leer el primer texto de pared, me lo dijo todo, aunque al mismo tiempo quedé patidifuso. Les voy a relatar el por qué.
Configuraciones Espirituales en el Museo de Arte Costarricense.
“Retratos, artistas y masones.
El arte y la masonería en Costa Rica tiene su principal punto de encuentro en la pintura del retrato y en la llegada al país de artistas extranjeros masones que se involucraron en proyectos urbanísticos del Estado. La masonería, además, desarrolló un rico simbolismo lingüístico y visual fundamental para diversas prácticas y documentos propios de sus logias”. (MAC, Textos de pared 2022).
Lo expuesto e insumos
De plano al entrar aprecié unas hojas de cuadernos con escritos y dibujos, uno de los cuales me interesó sobremanera, en tanto era una vista frontal de una palmera de pejibaye (Chonta gassipaes) bien dibujada, precisa, comunicativa, y un corte transversal al tronco el cual es parte de esa simbólica reconocida de la jerga visual de la masonería, que nos refieren a la dinámica de la naturaleza. Representa un ritmo axial de cuatro brazos o palancas tan significativas como la dosis de fuerza, de extensión y movimiento que competen a las nociones que bien podríamos calzar desde la Complejidad, o a los azares derivados de la comprensión de la Teoría del Caos.
Respecto a la masonería y la disciplina teosófica a que lo expuesto hace referencia, en el brochure, los curadores acotan:
“La primera logia centroamericana fue fundada en 1904, con sede en Costa Rica. Esta es la “Logia Virya”, instaurada por Tomás Povedano junto con José Monturiol y Walter J. Field. Povedano estará a cargo de la Sociedad hasta 1927.”
En esta misma cita del brochure, se explica que es, hablo de está práctica de naturaleza espiritual e inspiración cósmica:
“Aparte de producir un espacio para la discusión y reflexión teórica y espiritual de acuerdo con los principios teosóficos, la Sociedad Teosófica costarricense se caracterizó por comprometerse a causas sociales de diversa índole, desde la educación y la caridad hasta la protección de animales, entre otras cosas. Además, al igual que la Masonería, muchas figuras alineadas con la Sociedad Teosófica formaron parte de la política del país”. (MAC, Textos de pared 2022).
Este argumento razona con la presencia en la exposición del MAC, de notables retratos de muy buena factura de varias autoridades emblemáticas en la historia política y cultural del país.
Además me conmovió el cuadro titulado “Medusa con corona de Laurel”, óleo sobre tela pintado en 1901 por Enrique Echandi, que en nada demuestra la angustia de la “medusa” pintada en 1597 por Michelangelo Merisi “il Caravaggio”, considerado un pintor “pendensiero” del barroco italiano, sino que el retrato pintado por Echandi, está colmada por un don de paz, y eso dice mucho de la personalidad y carácter de este maestro de la pintura costarricense, y sus retratos de personajes que entre sus comisuras labiales aflora el dulce gesto de una sonrisa, de espíritus sanos, de esperanzas activadoras; caracteres apropiados para llenar el lienzo no solo de pintura, sino de vitalidad y emocionalidad que tanto calan en la visita a un museo.
Configuraciones Espirituales en el Museo de Arte Costarricense. Foto cortesía del MAC.
Los curadores trajeron a la sala semicircular varios retratos de Alexander Bierig, impresionantes por su pincelada precisa, objetiva, quizás acostumbrado a representar las orquídeas u otras figuras de naturaleza buscando captar hasta el mínimo detalle. De Tomás Povedano se exponía “Vida, muerte y sabiduría”, óleo sobre tela s/f, me hizo sentir más a tono con lo que estaba destinado a presenciar más adelante y que me sacó totalmente de casillas.
Prosperando en mi sentir y volver a la razón, me encontré con un metate de panel colgante, que de inmediato saltó la interrogante, y al mismo tiempo encontré la respuesta en el pensamiento de Tomas Povedano, quien abrigó el significado sin las imposiciones eurocéntricas del arte precolombino y su importancia para la ciencia, la estética, y el intelecto desde la postura descolonizadora del hoy. Me ancla, pues antes, cuando se hablaba del arte en Costa Rica, se decía que se inició con la llegada al país de estos maestros provenientes de Europa, o que estudiaron en el viejo continente. Pero el arte en el continente inició con la escultura en piedra, con la cerámica, la orfebrería, la mega arquitectura en lítica de dos culturas colosales en el Sur y el Norte, y Mesoamérica como puente, los textiles que eran ya elaborados antes que aquellos barbudos montados a caballo llegaran a nuestras costas. Entonces, que Povedano se interesara en nuestros pobladores originarios y lo demuestre con la pintura “La fiesta de la cabeza”, óleo sobre tela de 137 x 188 cms, circa 1897, colección del Banco Central de Costa Rica, y de un grupo reunido en torno a un cacique que diserta y recrea el pensamiento, ese cuadro es muy significativo y abre lo cerrado del viejo paradigma que hoy intentamos esclarecer de la mano con los científicos sociales.
Muy significativo el retrato del obispo Augusto Thiel, en esta perspectiva, en tanto el prelado fue un importante colector de arte precolombino, y entre otras piezas memorables a su haber, está la escultura del búho esculpido en piedra, y sus múltiples lecturas que lo vuelven enigmático y en suma valioso. Aquella famosa colección de Thiel fue donada al Museo Nacional.
Configuraciones Espirituales en el Museo de Arte Costarricense. Foto cortesía del MAC.
¿Conmoción o éxtasis?
A partir de ahí lancé una mirada escudriñadora al conjunto de la sala herradura, ver las vitrinas con libros, revistas e impresos, y no había concluido de extrapolar el arco de ciento ochenta grados, cuando uno de los retratos me detuvo por completo, no solo mis pies no avanzaron, sino que la respiración elevó una acompasada arritmia, pocas veces sentida, una estaca en el vientre terminó de hacer sentir escalofrío, y un trueno interior revolcó mi conciencia y memoria, al punto de sentirme colapsar sobre la loza del piso.
Y, de ahí, de las obras pintadas por aquellos maestros, di un salto al retrato aquel que desde mi llegada clavó los ojos en mí, y a donde me moviera estos ojos lo hacían, y de pronto sentí irme en desequilibrante vértigo que nos tira hacia atrás, y me vi a mí mismo en mi juventud, sentado en una mesa del restaurante del primer “Mc Donald”, en los años setenta, cuando abrieron en el país de lo que hoy llamamos comida chatarra y transculturización, me dejé llevar por la turbulencia de un agitado existir de mi ayer, vi esa imagen y esos ojos reflejados en el gran ventanal, ahí, frente al edificio del Banco Central en pleno corazón de San José. Era el maestro del turbante a lo indio, retrato reinterpretado por Povedano de Arcos, el cual estaba ahí expuesto, hablo de Jiddu Krishnamurti, que alguna vez pregunté sobre su origen a mi amigo querido el escultor Amit Ganjoo de India, y me informó que en su país hay varios personajes de una espiritualidad auténtica, y este, el hombre de las vidrieras era uno de la reducida lista. Pero, ¿qué tenía que ver conmigo en aquella oscura zona de mi vida, entre los veinte y veinticinco años? ¿de dónde provenía aquella figura obsesiva que me seguía o yo creía ver en todos los ventanales de las ciudades del mundo? La misma pregunta me la hice desde hace ya unos cincuenta años y me la hago hoy, si vislumbrar alguna respuesta. Pero ahí está expuesto un retrato quizás afectado o erosionado por lo inexorable y contingencias del tiempo.
Jiddu Krishnamurti, maestro espiritual de la India, reinterpretado por Tomás Povedano.
Lo que sí sé, y que de alguna manera probé, era que el maestro del turbante osaba un don de sanación, propio de los yogui o criaturas humanas pero de tal pureza espiritual, que aminoró las cargas de mi existencia, y me preparó para el gran reto que pronto se me presentó: en esos años recibí una beca de estudios a Italia. Sin embargo, además, en tanto mi interés en la Teoría de la Gestalt que estudia los fenómenos y o metodologías del campo fenomenológico de la visión, me refería a las imágenes de la retentiva, que pueden generar esas visiones y afectar nuestra psicología.
Quizás investigando este fenómeno, supe que en la fe cristiana católica existe un rito denominado “Comunión de los santos”, el cual consiste en orar al Todopoderoso y pedirle que por su trámite con la persona que fallece, pedirle que nos obsequie sus dones, que ya no le servirían más de todas maneras, y creyendo en esto, pedí a las personas que he admirado y que partieron al infinito, sus talentos y dones, para apropiarme de ellos y aprovecharlos en mi trabajo de todos los días. Los viejos de mi familia decían “no hay que creer ni dejar de creer”. La pregunta aún me la hago, y quizás salí de esta muestra en el MAC muy motivado a intentar deducir algo esclarecedor del arte, del pensamiento crítico, respecto a “Configuraciones Espirituales, Sistemas de creencias y corrientes intelectuales en el arte costarricense”.
Metate precolombino de panel colgante en piedra de granito. Foto cortesía del MAC.
Para concluir con ojeada a la visita, quiero decir que me impresionó ver un par de lacas del maestro Manuel de la Cruz González, “Equilibrio cósmico” de 1965, lo cual implica su visión de mundo y la estatura artística que alcanzó, sobre todo a su regreso de Venezuela entrando en los lindes de la abstracción geométrica y el constructivismo. Ese acercamiento a la Escuela del Sur que adelantó Joaquín Torres García en el Cono Sur, retoma la investigación del arte precolombino, deduciendo el uso de estructuras de armonía como el cuadrado, el triángulo, la divina proporción, y otros cánones de la armonía que estudiaron Leonardo, Miguel Ángel, Piero della Francesca, además de otras figuras cuya noción y visión cósmica trasciende e impacta a la abstracción que conocimos y que llegó de Europa, incluso que se aprecian en los textiles Incas y Mayas, como los de los pueblos originarios en Guatemala y México y que fueron también observados en la pintura de Carlos Mérida. De aquí salta otra pregunta que me obsesiona, ¿cuál fue primero… el huevo o la gallina?
Entonces, mi juicio crítico acerca de lo visto, analizado, reflexionado, es la oportunidad del arte de ofrecer en una muestra variedad y riqueza de lecturas, que no es una única y aislada, sino también poderosa con esa capacidad de establecer diálogos entre las piezas de una colección, o incluso en sí misma, en lo expuesto, o como parangón con otra referencialidad, que enciende la memoria y motiva a rememorar otras vicisitudes extra artísticas para hacer del relato o la reseña, leíble, transparente, recordable, pero que también instigue a aprender algo que podamos agregar al cuerpo de nuestros conocimientos.
Lacas de Manuel de la Cruz González, abstracción geométrica, Equilibrio Cósmico, 1965. Foto cortesía del MAC.
Importa, y aunque se sale de la retórica respecto al arte de todos los tiempos, es derivar un aprendizaje aplicable, de la pintura de Povedano de Arcos, de Aquiles Bigot, de Alexander Brierig, de Manuel de la Cruz, de las distinguidas pintoras que se nombran relacionadas como Luisa González, Flora Sáenz, para que nos ayude en la actualidad a superar las crisis de valores, la espiritualidad tan pisoteada por el Poder, que lo que le interesa es sacar réditos de todo, y ahí está relacionado el mismo mercado del arte que ha servido como cojín de muchas arbitrariedades pero no aportan nada a la cultura local. Lo que quiero decir que una exposición para ser calificada como buena, nos debe someter a la reflexión de la cual derivemos o aprendamos esas capas y experiencias del saber.
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