En linderos del bien y el mal. La pintura del oaxaqueño Rogelio Peña
- Luis Fermando Quiros
- 16 sept 2021
- 6 Min. de lectura

Pintura de Rogelio Peña. Foto cortesía del artista.
En un ensayo del libro -muy acariciado por mi-, El Artista y La Ciudad, del filósofo hispano Eugenio Trías, cita La República de Platón, y dice: “La ciudad nace, en mi opinión por darse la circunstancia de que ninguno de nosotros se basta a sí mismo, sino que necesita de muchas cosas”. (Trías. 1997. pag.55).
Se deduce que en la sociedad no solo son fundamentales los ingenieros y médicos, también el artista, el sicólogo son aparte de esa acción cotidiana. Y en la actividad artística, no solo necesitamos del pintor del paisaje o el escultor, necesitamos de la cosmovisión que nos comparte el artista naif, de enorme expresividad, pero también crítica. Se requiere el trabajo del teórico o el crítico, pero también del coleccionista para activar la economía del arte, aunque hoy, debido a la pandemia, todo esta de cabeza y los artistas lo resiente muy sensiblemente.

Pintura de Rogelio Peña. Foto cortesía del artista.
La naturaleza de la obra de arte
En la vida de un pintor, de un artista visual, puede asumir de manera conscientemente distintos estilos y que denominamos pictóricos, caracterizan no solo su obra, sino la asunción misma al acto creativo. El manejo de la forma, trazo, color, luz, sombra, ritmo, sentido compositivo, lo van a manifestar a través de ese cristal tan singular y genuino.
El artista puede ser “ingenuo” o “naif” cuando la conexión con el arte es en suma sincera, sin poses, ni dobleces de personalidad, y la energía creativa la va a asumir con esa carga de sentido y significación. Por lo contrario, puede motivar una forma de pensar maliciosa y retorcida, pero sin que prevalezca en la esencia el mal.

Pintura de Rogelio Peña. Foto cortesía del artista.
Las principales características del arte naif son los contornos definidos sea por un dibujo preciso, o con cierta falta de perspectiva, puede ser detallista o minucioso y en algunos casos de mayor soltura, pero, en todo caso, va a ser potenciado por la expresividad, aunque el dibujo pueda que nos paresca incorrecto desde los parámetros academicistas, mas bien se aprecia fogoso, desencadenado.
En la pintura del mundo y en particular en el arte contemporáneo, estas sensibilidades pueden ser una gracia elocuente y buscada, o sencillamente expresada con naturalidad, pues emerge de la estructura misma del manejo del carácter de la forma, trazo o estilo propio del pintor. También pueden manifestarse en la escultura, en la reinterpretación de objetos o de todo aquello que toque el artista, pondrá su firma, su manera de ver el mundo, su interpretación de lo circundante y realidad.

Pintura de Rogelio Peña. Foto cortesía del artista.
Es un arte que recurre a importantísimos referentes, como el gran Georges Rousseau, llamado “El Aduanero”, podríamos llamarlo padre de este estilo, no solo por la cantidad de obras maestras legadas a la historia del arte, sino por ser un verdadero agitador cultural de en los umbrales del siglo XX, particularmente en París. Incluso, traciende, fue uno de aquella egida de poetas, músicos y pintores cercanos a Pablo Picasso, quien vio en él la libertad y diversidad de tratamiento del tenemos la escultura y pintura parietal de nuestra América originaria. No podemos tampoco dejar de mencionar la gran Frida Kahlo, fuente del ingenio creativo y una fuerza que logró impregnar a la pintura sin asumir poses, sino que se dejó embelesar por la fascinante sustancia misma del arte.

Pintura de Rogelio Peña. Foto cortesía del artista.
La pintura del maestro Rogelio Peña Pérez
Nace el 15 de mayo 1967 en Ciudad de México, se desplazó hace 27 años a Oaxaca, Estado de Juárez, para encontrar los motivos que construyen su imaginario compuesto de trazos, de representaciones que son más que un símbolo gestual, de gran soltura e impacto por su síntesis y tratamiento del color, que, contrario a gran parte de la pintura naif, deja de ser colorista para representar una atmósfera intimista e incógnita.
Le inspiran las vivencias e historias que cuenta a las personas mayores de edad, la suegra, las vecinas o vecinos, narrativas que conforman la memoria de los pueblos. “En Oaxaca, comenta don Rogelio, nos reímos de la muerte, pero vivimos”.

Pintura de Rogelio Peña. Foto cortesía del artista.
Este artista ya maduro, con su estilo “ingenuo”, es un importante recuperador de la memoria, al escuchar e interpretar en pintura las leyendas y tradiciones, esos comportamientos sociales que son un carisma a estudiar, a interpretar, a dar nuevos significados a través de la representación creativa de la oralidad.
Analizando su pintura, en casi todos los cuadros está la presencia devocional, una imagen, sea la de “La Guadalupana”, Patrona de América, que otros iconos que están muy arraigadas en la cultura y creencia de la población. “Al pintar la imagen, comenta don Rogelio, me ofrece la posibilidad de darle gracias, congraciarme con las divinidades en que uno cree. Trato de plasmar una vivencia dando gracias al santo, santa o virgen de mi devoción”.
“Plasmo lo que me imagino, o que siente otra persona a través de las cosas que me contaron. Yo lo caracterizo, agrega el pintor, como un arte del bien y del mal, pues al lado de la imagen del santo, o de la misma Virgen, aparece siempre detrás el demonio ejerciendo su maliciosa influencia”.
Al preguntarle qué busca con su trabajo creativo, responde: “Busco que más gente vea mi obra, trato de llegar a la gente para que admire mi trabajo”. Agrega que su preocupación es que su pintura pueda ser valorada, que agrade a las personas.
En uno de los cuadros, pinta a un niño en la cuna y a su lado a San Francisco con los ángeles y al otro lado las criaturas del mal. Un mensaje escrito por el padre de la criaura, pide la intercesion del santo: “Las gracias te doy San Francisco de Asís, por cuidar a mi hijo de los chamacos que lo asustan de noche”. Llama a esas potestades del mal, “chamacos”, para dejar ver la cercanía entre el bien y el mal, que da caracter a aquella cultura.

Pintura de Rogelio Peña. Foto cortesía del artista.
¿Un arte religioso o devocional?
Al apreciar la pintura de Peña, y por esa particularidad en la representación devocional de imágenes quizás hasta desdibujadas, pero permanece la esencia que le reconoce, es por ello que me interesó investigar más sobre este arte, que manifiesta ese carácter desde tiempos inmemoriales.
Consultando internet en referencia alo concepto de “votivo”, la página Artehistoria ofrece:
“Así, la pintura devocional podría entenderse indistintamente atendiendo a los recursos del sentimiento y de la emotividad, subrayando el carácter de imagen piadosa dirigida a provocar el recogimiento y meditación de los fieles”.
(https://www.artehistoria.com/es/contexto/pinturas-devocionales) (Primer parrafo)
Esta manifestación está presente a lo largo de la historia del arte, desde la Prehistoria, el individuo creativo se encerraba en lo oscuro y asfixiante de una cueva terrestre, para expresar el ritual afín a sus creencias. Tiene a veces tanto de político como de religioso, por ejemplo, una escultura griega o romana, al representar al gobernante ofrecía un parabién a la deidad. Y más aún durante la edad media, del Arte Paleo-Cristiano al Gótico, exacerbada la representación de la altura y apertura a la luz cenital, que enfatiza el carácter místico, la representación del Cristo Pantocrátor, con sus enormes ojos que todo lo ve, y que este artista pinta en los retratos, o que nos recuerda al Giotto de la “Capella Scrovegni”, al Renacimiento, ahí va a estar el centro de irradiación de la cultura y el pensamiento de aquellas épocas.

Pintura de Rogelio Peña. Foto cortesía del artista.
No escapa este pintor del acto interior de transgredir, tan propio del artista actual, que es más que un culto, ritual o devoción. Es un profundo afecto que atañe al bien y al mal, a la vida y a la muerte, pero también al erotismo de los cuerpos, y a quizás ese significado que para la comunidad oaxaqueña significa la celebración del día de muertos y la festividad que enciende en los cementerios. Para el filósofo francés Georges Bataille, y con esto concluyo:
“Si llega a faltar la posibilidad de la transgresión, surge entonces la profanación… …Si la prohibición deja de participar, si ya no creemos en lo prohibido, la transgresión es imposible, pero un sentimiento de transgresión se mantiene, de hacer falta, en la aberración. (Bataille. 2005. P.146)
Diría que ese gesto tan lúdico de dibujar-desdibujar con pintura esas acciones de los imaginarios y narrativas populares, encuentra valor en la medida de que otro humano ponga su vista en estas pinturas, que lo descubramos y nos sorprenda, sobre todo en estos tiempos tan complejos donde son tantos los espejismos, sobre manera, en el terreno del arte, que no embriagan, y tras esa imagen del personaje popular ebrio que, termina durmiendo la embriaguez sobre una tumba de cementerio, un artista recrea la acción, la dispone en el marco y la tela pero al lado una imagen votiva que sane y transforme aquel individuo.
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