El fallecimiento de Tamara Díaz Bringas
Por Luis Fernando Quirós
Tamara Díaz-Bringas. Foto de archivos
Hace algunos años escuché un pensamiento de mi amigo y mentor. el arquitecto italiano Oscar Pamio, el cual caló profundo en mi conciencia, y que copié, al escribir el texto obituario por el fallecimiento en 2010 de Virginia Pérez-Ratton. Hoy vuelvo a copiárselo al escribir esta despedida a mi querida amiga Tamara Díaz-Bringas (Cuba 1973 – Madrid 2022). Jamás pensé volver a repetir aquel acto, y mucho menos dedicarlo a la Tama.
Comentaba Oscar, que, cuando caía un meteorito en tierra, dejaba un hueco tan visible y sensible en el paisaje, que esa oquedad era imposible llenar, que, aunque parezca cliché, permanece para siempre.
Tamara -curadora y crítica de arte, trabajaba para el Museo Reyna Sofía y activa gestora cultural-, fue otra de esas figuras del espacio sideral que cayó en San José a finales de la década de los noventa, y dejó tal vacío en la cultura costarricense y centroamericana cuando migró a España, que es un reto imposible de llenar, a pesar se que volvió en varias ocasiones, entre otras para organizar y dirigir con éxito la X Bienal de Arte Contemporáneo Centroamericano, 2016.
Aún el año pasado estuvo empujando la creación del Archivo Rolando Castellón, para lo cual conformó una asociación y proceso de investigación para la colecta segura de su arte con registros tecnológicos seguros y amigables. Aún en noviembre 2021, y desde su lecho de enferma, empujó la organización de la muestra “El Pasado Adelante”, con una sede en cada capital del istmo y otra en Madrid, Casa de América, curada por ella y Ricardo Ramón Jarne, de la Agencia de Cooperación Española.
Ese vacío que dejó el impacto del meteorito en la superficie del planeta, permanecerá llenándose, a pesar de su pérdida el 27 de enero de 2022. En los conversatorios entre artistas y curadores de la muestra centroamericana, destaca la inclusión de la música con el video de los campaneros panameños que presentó Humberto Vélez, el cuento de Yasser Salamanca que incorpora la narrativa vernácula de los pueblos originarios de Nicaragu, la idea de resarcir territorios fragmentados de Medardo de Honduras, el biotextil de las costarricenses Ingrid Cordero y Sofía Ureña, curaduría de Lola Malavasi Lachner, Daniela Morales Lisac, y Paula Piedra, y muchos otros cultivos de esas semillas que están impactando estos terrenos del istmo.
Curamos un par de muestras juntos, ahorita recuerdo “Múltiple” en Teorética, y trabajamos en varios proyectos que preciso por el significado que tuvo compartir con ella.
Ella no solo fue importante para el arte costarricense, recuérdese su labor como crítica de arte de La Nación, en esa década de los dos mil. Lo fue para toda centroamericana, y está escrita su historia en sus textos, artículos de revistas especializadas, participación en congresos y encuentros internacionales en el mundo y en la colección de libros que produjo Teorética, curados por Miguel Ángel López, entre otros el de su autoría Crítica Póxima.
Ese meteorito era portador de una semilla que al caer arraigó y creció para recubrir la oquedad que hoy nos embarga con su partida. Poseía una visión esperanzadora de las situaciones pero a la vez era severa en la critica.
Aquella muchachita cubana que rememoraba a Yemayá, la diosa Yoruba de los siete mares del mundo, viajó a centroamérica, cintura de tierra rodeada de océanos, lagos, ríos de abundante agua que recordamos pues acrecienta las esperanzas en nuestro arte el cual navega en esos mares del arte internacional, y que ella removió con la fuerza de uno de esos ciclones que atraviesan estas cartografías mesoamericanas cada año.
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