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José Ángel Santiago: El vuelo, lo sacro, la armonía y justa medida de las cosas

  • Foto del escritor: Luis Fermando Quiros
    Luis Fermando Quiros
  • 14 jul 2021
  • 5 Min. de lectura

Actualizado: 15 jul 2021


“El Cielo y la Serpiente”, José Ángel Santiago. 2021. Foto cortesía Galería Quetzalli.



Navegar por las “espacios virtuales” de las redes e internet hoy en día, para la apreciación y crítica de la obra de arte, y documentarla en blogs como parte de lo que nos permite la tecnología actual, fija la mirada en un cielo abierto, pantalla que clarea hacia una visión diversa -tanto simbólica que natural-, y permite la visión de aquellas criaturas que vuelan unas, o serpentean otras, sobre ese espacio de la memoria, entre las piedras, árboles y matorrales de lo que llamamos territorio; todo aquello que puebla la Madre Tierra, patria de todos.


Al ser la tierra materia originaria del planeta, es central en el abordaje del universo de lo creado, y en particular ahí donde crece la milpa del maíz, y por ello merece respeto, en tanto es alimento donado por el Creador y nos recuerda que “polvo somos y en polvo nos convertiremos”, en este paso por la vida con sus contingencias e incertidumbre. Razón por la cual, cualquier arte que utilice la tierra como materia, crea un altar, enciende nuestro aprecio y atención, más aún cuando dicho arte que lo corona es fuerte y contundente dentro de los discursos contemporáneos que por lo general suelen ser ásperos, críticos o incómodos de asimilar para muchas personas.



“El Cielo y la Serpiente”, José Ángel Santiago. 2021. Foto cortesía Galería Quetzalli.



Muestra en Galería Quetzalli de Oaxaca

Apreciar por fotografías que me comparte vía redes el colaborador y artista costarricense, radicado en Oaxaca, Ricardo Ávila, acerca de la muestra “El Cielo y la Serpiente”, del habitante del Istmo de Tehuatepec, José Ángel Santiago, exhibición en la cual se aprecia abundante tierra, lenguajes y simbolismos de su materialidad, metáfora que aborda la visión de las criaturas que pueblan cielo o suelo: serpientes, cactus, laguna que espeja el firmamento, y el terreno agrietado que representa las vicisitudes de la vida, tolerantes con el trabajo de la arcilla donde también hubo fuego, para que ésta, en tanto es materia terrestre, lo cerámico y alfarería adquiriera consistencia y el timbre.


Estas son lecturas simbólicas que me activan en lo personal al evocar la convergencia de dos enormes culturas de aquella parte norte del continente: La Azteca y la Maya, cuya remembranza quisiera anudar a este texto, para explicar lo que me gusta ver y pensar del trabajo de un artista como Santiago, y, por otro, cohesionar el significado de estas figuras del lenguaje visivo, propias de una relato que a veces, con el tiempo, pareciera desdibujarse en la memoria histórica, y que para sostenerlo requiere el esfuerzo sensible de los artistas capaces de mantener esa cultura a flote o acrecentarla.



“El Cielo y la Serpiente”, José Ángel Santiago. 2021. Foto cortesía Galería Quetzalli.



La cultura es el gran tesoro, por ello el arte tiene un alto precio. Me decía el historiador brasileño Frederico de Morais, en una entrevista que le practiqué en la década de los noventa para la revista FANAL: “el arte es el oro de las naciones”, a pesar de tantos detractores, y a pesar de la dura crisis que ensancha la pandemia y que el artista esta en plena actitud de resistencia, pues aparecen filibusteros modernos, o conquistadores con nuevos planes hegemónicos dictados desde los centros de poder.


Al mirar cada mole de tierra que me parecen pirámides cónicas, o volcanes, pienso en atlas cartográficos antiquísimos, con cartografías o códigos de continentes e ilustrando mitos, como la enigmática Atlántida, la navegación en el océano Atlántico sostenido por las columnas de Hércules que nos refiere a Platón, como la gran Aztlán cuyo territorio era el Sur de los Estados Unidos actual, y según el historiador y curador chicano Tomás Ibarra-Frausto (en una conferencia dictada en Temas Centrales 2000 organizada por Teorética, Arte y Pensamiento de Costa Rica) llegó a poseer un territorio que distaba desde California, toda Mesoamérica y hasta Panamá. (Ibarra-Frausto, 2000).



“El Cielo y la Serpiente”, José Ángel Santiago. 2021. Foto cortesía Galería Quetzalli.



En la mitología de los aztlánes en tiempos inmemoriales seguían el águila, rastreando las curvas logarítmicas áureas que describen el movimiento de alas, y marcadas relaciones naturales senoidales, cosenoidales, toroidales del vuelo supremo surcando la cúpula celeste, aquellos predecesores de los mexicas la buscaron hasta llegar a una laguna para hallarla trepada en una tuna, con una serpiente entre sus garras. La vida y la muerte, la clorofila que deviene de la luz y el veneno que fluye entre los filosos aguijones. ¡Qué intensa representación del Supramundo y el Inframundo!, del cielo, la tierra, el agua, el fuego, el viento, energías terrestres, una manera de mirar lo que nos fue dado en el templo de lo espiritual como es el planeta entero, y el arte manifestádose como mediador para comprenderlo y aventurarnos a innovarlo con el arte de hoy.



“El Cielo y la Serpiente”, José Ángel Santiago. 2021. Foto cortesía Galería Quetzalli.



La metáfora en la obra de Santiago

De ahí mi idea de ligar la arcilla de esas diminutas tejas vidriadas, que son lodo cocido a alta temperatura, y que adquieren la configuración escultórica pre-visualizando los orígenes: el cactus que a la vez asemejan pirámides mayas de la gran Mesoamérica, o la mazorca de maíz, que me recuerdan a cierta distancia también los templos del lejano sudeste asiático. Se dice que estas configuraciones piramidales y elípticas muy altas buscaban alcanzar la estatura de los dioses, y un sentido cosmogónico, funerario, que de alguna manera evocan esos montículos de tierra que dan sostén a las distintas figuras de la casa artesanal, la casa cósmica cargada de energías y simbolismos, cuando su parte superior es similar o refleja la inferior clavada en el inframundo, como en la visión de este artista oaxaqueño, que muestra la casa subida en una carreta, como el eterno migrante viajando en las direcciones Norte-Sur o Sur-Norte del continente, pero también que esos ancestros eran importantes navegantes de los océanos.



“El Cielo y la Serpiente”, José Ángel Santiago. 2021. Foto cortesía Galería Quetzalli.



Asistimos a una cátedra para conocer un universo mítico, un doble de la realidad reflejada por el arte y rigor creativo del artista, una imagen fuerte de la creación, de los elementos que nos dieron origen: iconografía sagrada como la geométrica de la madre naturaleza -la pachamama, representada en la espiral de paso continuo-, en la cual hay uso de estructuras muy primarias pero de significativa armonía y justa medida, que sostienen la representación, como dijimos, de lo divino y lo mundano, tan propio de nuestras narrativas originarias y cosmogónicas -hoy instaladas en la sala de Quetzalli. Lo apreciado posee no solo el toque de gracia y sensibilidad que se ve es cultivado por este artista observando el culto en la danza, al maíz, al agua, al fuego, a los números, a las espiras que a veces contorsionan e incrementan la incertidumbre, a las figuras de la geometría madre, a los movimientos armónicos que los ancestros aprendieron observando el cosmos y su reflejo en la naturaleza, quizás en las aguas de la laguna, o en la danza buscando el dominio del todo en la meseta, en la sierra o en la llanura, en el indómito y eterno caos.



“El Cielo y la Serpiente”, José Ángel Santiago. 2021. Foto cortesía Galería Quetzalli.



Por ahí en mi buscar constante, como en toda investigación para conocer el arte de quien me interesa, en lo visto de las imágenes, -y con esto concluyo este comentario para la revista de arte contemporáneo “Fatalísima on line”-, me encontré un pensamiento que liga a Chilam Balam y a todo este discurso tan intenso: “Todo mes, todo año, todo sol, todo espíritu, camina y pasa también cuando ha completado su justa medida”. (Citado por Everardo Lara G, El Modelo Matemático Náhuatl. 2015 p.27). Y para relacionarlo con el hoy, leo otro párrafo esta vez del texto de presentación de la muestra en Quetzalli escrito por Guillermo Santos y que liga a lo terroso de nuestra piel: “Santiago querrá sugerir a través de estas piezas que todos habitamos una misma casa. Una gran casa cósmica en las que las ventanas y puertas y piso están hechos del mismo material que nosotros”.


Luis Fernando Quirós, julio de 2021

 
 
 

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