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La gran observadora: El arte de Ximena Alarcón en Quetzalli

Por Luis Fernando Quirós



Ximena Alarcón, Lo que el progreso nos dejó, instalación en Quetzalli


Lo que el progreso nos dejó

Primero que todo, quisiera decir, que por lo general me bastan unas cuantas imágenes de una muestra -y aunque no llegue a presenciarla como en este caso- para encender mi emocionalidad y motivar un comentario de lo que destaco o hago lectura entre lo expuesto: Me es suficiente una ojeada crítica para desbordar lo que pienso del trabajo que aprecio. Esa es mi mirada coherente o empática con la de la gran observadora, Ximena Alarcón, uno de los talentos esenciales del arte contemporáneo, lo cual conjuga con todo o en todo lo que ella ve, toca, siente, o haya interés.


El ave, el águila, el cóndor, al traspasar el espacio de la atmósfera va con la mirada puesta rastreando la presa, ese es su talento para la vida. En arte se va y ve otros espacios y culturas, para encontrar lo que se rastrea, traduce, asume distintos ángulos de visión, prueba materiales naturales y ancestrales, texturas, colores de lo que más le gusta pues puede conformar un lenguaje, una interpretación; ese es el talento del o la artista actual.



Ximena Alarcón, Lo que el progreso nos dejó, instalación en Quetzalli


Hablando del lenguaje, la palabra no está sola, no se lee sola ni se entiende como única y aislada, hay un contexto, una cultura que la entiende y manifiesta, que la acrecienta y donde es en suma importante la actitud de tal manifestación. La actitud contestataria en la palabra, alza la mano para hacer notar la desavenencia con lo que se cree o no, con lo que se dice, observa y hasta contradice a veces su propia sensibilidad, la creencia, la sangre, identidad, conciencia. Cuando se cree que se esta lastimando al otro por el poder de siempre, entonces se protesta, se evidencia, y el arte es el don mas cercano para evidenciarlo.


Cuando se construye un concepto para exhibir, se repasan estos componentes del lenguaje, y se traducen en formas que nos recuerdan la vida: el vestido, el sombrero, la máscara, la indumentaria, las joyas, los zapatos, la comida, la bebida, el fuego que cuece, el agua que limpia, la tierra que hace germinar, la memoria que recorta los principales matices de la forma de cultura para ponerla a la vista de todos y encontrar los rasgos de su genuinidad. Cultura encendida cuyas llamaradas se elevan y su fogonazo será avistado desde muchos territorios, en distintos francos, en muchas cordilleras, valles y mesetas.





Ximena Alarcón es una artista mexicana, que vuela como el águila a avistar desde lo alto lo que natura y cultura ofrecen: Iquitos, la etnia Bora, amazonia peruana. Observa las texturas de los diseños de las faldas de las mujeres danzantes, los ritmos sonados con tambores, musicalidad y coherencia con los danzas en una métrica abstracta que se desplaza, acentúa, gira, va y retorna, cruza, adelanta, retrocede, marca izquierda y derecha, arriba y abajo, adelante y atrás: las direcciones cósmicas de el rancho, la casa cósmica, el acomodamiento de los palos cerrando el perímetro de lo cónico, que simboliza el Supramundo e Inframundo como cosmogonía.


La pintura corporal, el lenguaje, las palabras, las transparencias y significados a veces superpuestos a la lengua invasora, lengua del oprimido, del violado, del pisoteado y despojado de su tierra y su pachamama tanto como su cultura milenaria.



Ximena Alarcón, Lo que el progreso nos dejó, instalación en Quetzalli


La fuerza del mastate, de la materia proveniente del tronco del árbol, del Árbol de la Abundancia, recordando la cosmovisión de lo selvático, en la cual todas las criaturas de la selva caben en plena armonía y conducta de subsistencia. Los jícaros, las maracas, las caparazones y calabazas, propician el movimiento, el gesto, la piel de la serpiente que esta presente en esos rituales y mueve su sinuosidad como las aguas del gran mar, del océano que trajo desdicha y opresión y trató de borrar lo que éramos, lo que aun somos y necesitamos recuperar.


Lo expuesto por Ximena Alarcón en Galería Quetzalli de Oaxaca, entre octubre y noviembre de 2021, avista hacia ese imaginario, es su oportuna traducción de lo observado, de lo aprendido con creatividad, de lo que ella sintetiza con su ingenio sintetizador en la deriva de la propia selva, la selva urbana, de la vorágine contemporánea, de la propia amazonia que se trajo en su memoria para desarrollarla en el espacio de la sala expositiva. Ahí donde conjugan aquellas danzas bora, y enuncia el encanto con la región y el poder de la cultura Iquitos del Perú ancestral.



Ximena Alarcón, Lo que el progreso nos dejó, instalación en Quetzalli


Apreciar, comentar, criticar, es una aventura por el territorio del imaginario simbólico de una artista, donde existe una conexión entre las distintas culturas en este caso de lo observado o avistado: Perú, el de las selvas amazónicas, el de las mesetas del altiplano de Cuzco y el Valle Sagrado de los Incas, y el costero como la gran cultura Mochica, pues al deambular por los espacios de la instalación en Quetazalli, me asemeja volar como el águila para avistar la Vía Láctea, tan importante para los Incas, tanto que fue doblada en la tierra con las diversas ciudades de aquella enorme civilización, como también lo es la Maya para Mesoamérica, y que despierta o estimula profundamente la creatividad de esta artista mexicana.


Esa es la gracia, el logro de la artista que aplaudo: Cargar al espacio expositivo a través de símbolos aquel imaginario de la deidad Yoruba dueña de las aguas del Amazonas, o el Paraná, de la gran serpiente acuática portadora de los espíritus y las raíces del árbol, de la tierra, del planeta la cual no ceso de contemplar y reimaginar como si nada hubiera ocurrido.


Se agradece la colaboración en el envío de las fotografías por parte de Ricardo Ávila.

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