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Pensamientos en el fractal del tiempo. Casa de América. El Pasado Adelante



Rolando Castellón. 1981 – 2021. Sin título (de la serie Objetos Encontrados Post-Colombinos). Técnica mixta. Cortesía de Colección Baldearán, Madrid


Algunos de los componentes de la mirada crítica activos y que intento comentar de lo expuesto en Casa de América, Madrid, evocan el bicentenario de independencia de las repúblicas del istmo centroamericano, 1821-2021, curada por Tamara Díaz-Bringas y Ricardo Ramón Jarné, para la Agencia de Cooperación Española y sus Centros Culturales en las capitales de la antigua capitanía general de Guatemala, sumando a Panamá. Además de la temporalidad, refieren a lastres sociales, políticos, históricos, ambientales y culturales que a veces se encubren y cuyos signos se enuncian en esta trama simbólica. Son una noción cambiante no lineal, más bien rizomática de un tiempo que se estira o encoje según la emocionalidad puesta en el juego, en lo que se dice o se oculta, para provocar escozor ante grandes males como las migraciones, y lo que juega con nuestras posiciones y conductas respecto a esas marcas profundas en la sociedad centroamericana contemporánea.



Según se deduce de la nota de prensa en la página web de los organizadores:

“reconoce las diversas temporalidades que conforman el presente de la región. El título está inspirado en una frase, “El pasado está delante”, con la que el artista maya Tz´utujil´ Benvenuto Chavajay hace referencia a su cultura y a la manera de entender el pasado y la relación con los ancestros.”

Y aunque se aprecian cosas que nunca se dicen pero persisten, asumen la coherencia o una verdad a medias, agrega:

“La exposición interroga la colonialidad y su persistencia en la desigual atribución de valor a ciertos saberes, formas de organización, espiritualidad o de relación. Poner en valor conocimientos y prácticas no extractivas de relación con la naturaleza y otros seres vivos resignifica ese “pasado adelante” al que mira esta propuesta”.


La temporalidad Maya

El año 2012 la cultura Maya y en particular la mesoamericana, recordó un paso celebrado cada cuatrocientos años: un bactuk. Como uno de los aspectos centrales a este discurso, se habló de un florecimiento cultural, un estado ENCENDIDO sobre el cual reflexiono hoy con este nuevo contexto, pero importa ir más allá, a inicios de la década de los setenta del siglo pasado, para rastrear esa raicilla “rizomatosa” de la no linealidad de nuestro pasado común.


El curador y artista contemporáneo Rolando Castellón, y quien escribe, interpretando que ese “estado de luminosidad” no se enciende solo, necesita brazos que lo empujen, creamos en octubre de 2013 la serie de exposiciones MAYINCA (Maya + Inca), demostrando en el arco de diez ediciones un empuje del arte regional. Importa destacar también que para 2021, comenzamos sacudiendo los escombros, no recubriéndolos, con “Mesoamérica Tierra Encendida”, junio-agosto, Sala Umbral, Museo de Jade y la Cultura Precolombina de San José, curada por Erandi Ávalos de Michoacán, Illimani de los Andes de Nicaragua y LFQ de Costa Rica. Y en setiembre-octubre se expuso la Décima Mayinca (FEM–HOM), Escuela de Arte y Comunicación Visual de la Universidad Nacional (UNA) y también, en el no espacio de la virtualidad tuvimos en paralelo “Abstracción Femenina” 2021.


Adelantar el pasado

Pero en lo que intento focalizar mi pensamiento y relacionar, es mirar un poco más hacia atrás, y, ubicarnos en la década de los años setenta del siglo anterior. Precisamente 1971, con la Primera Bienal Centroamericana de Pintura, organizada por el Consejo Superior Universitario Centroamericano (CSUCA). Reunir artistas del istmo, aislados y apagados en la visualidad de los grandes escenarios de circulación y legitimación, y confrontarlos a un jurado de alto relieve en esas décadas, encabezado por la crítico argentino-colombiana Marta Traba, José Luis Cuevas, Fernando De Szyszlo, entre otros, y cuya premiación enrojeció el ánimo en tanto se premiaba no una pintura sino un ensamble de latón y remaches del guatemalteco Luis Díaz. Además, el premio nacional correspondiente a Nicaragua fue otorgado a Rolando Castellón, quien residía en esos años en California, y el premio por Costa Rica, el cual se esperaba se otorgara a Lola Fernández, era declarado desierto. Trasciende que se dieron golpes y caras amargas, Traba trabó aún más la polémica al criticar al arte del país anfitrión tildándolo de “light” y complaciente; ella abogaba por la Nueva Figuración Latinoamericana y una manifestación quizás más política -como la actual-, que fustigara a los militares y dictaduras del istmo, tanto así que la obra premiada de Díaz llevaba el título “Guatebala”.



Portada de la muestra de 1977 Arte Actual de Iberoamérica


En esos mismos años en el país se reestablecieron los Salones Nacionales “Anuales” de Artes Plásticas, en el Museo Nacional, que habían existido desde la década de los treinta en el Teatro Nacional. Fue marco para que, en 1976, llegara al país el curador de una potente propuesta: Arte Actual de Iberoamérica, en el Centro Cultural de la Villa de Madrid, curada por Luis González-Robles para el Instituto de Cultura Hispánica, expuesta del 15 de mayo al 15 de septiembre de ese año con una importante cantidad de expositores. Importa destacar que Rolando Castellón estuvo presente entre los 287 artistas invitados, 40 del istmo, 25 costarricenses, y contó con catálogo impreso, se trasportó obra a Madrid, toda una empresa de organización que pareciera hoy no seamos capaces de emular.



Ángel Poyón. 2015. La encomienda. Impresiones sobre papel de algodón. Copia de exposición. 70 x 46,5 cm y 42 x 29,7 cm. Cortesía del artista


Las prácticas artísticas en los noventa

La convocatoria centroamericana volvió en los noventas con dos importantes proyectos: “Tierra de Tempestades”, de la cual Tamara Díaz-Bringas argumenta en un artículo en la revista ESCENA de las Artes:

“Entorno a los tres países que, recientemente, había iniciado guerras civiles, se hizo la primera exposición “centroamericana” en la década de 1990. Tierra de Tempestades: Arte Nuevo de El Salvador, Guatemala y Nicaragua, organizada por el Harris Museum and Art Gallery de Preston, itinerante por otras ciudades de Inglaterra. (Díaz-Bringas 2018)


En 1992 que se celebró los 500 años de la llegada de los europeos a América, se realizó, la Segunda Bienal de Pintura de Centro América y Panamá, organizada por el Museo de Arte Costarricense, en los Museos del Banco Central, no menos polémica por la premiación de un dibujo a plumilla sobre papel: “Naranjas guácimas”, de Carlos Montenegro de Nicaragua.


En 1996, el recién creado en esa década Museo de Arte y Diseño Contemporáneo (MADC) lanzó “MESóTica II: Centroamérica re-generación”, que circuló por Madrid, París, Roma, Turín y Appledorn, Holanda, curada por Virginia Pérez-Ratton y Rolando Castellón.


También se publicó en esos años el catálogo “100 Latin American Artists”, editado por Rosa Olivares y Asociados S.L. 2006, por EXIT Publicaciones, impreso en España. 454 páginas a todo color, con la portada "El perro triste", del costarricense Federico Herrero.


En 2006 -a diez años de MESóTica II-, tocó el turno a “Estrecho Dudoso”, con una vigorosa propuesta expuesta en varios museos de la capital San José, de un arte disidente y cuestionante, curada por Virginia Pérez-Ratton y Tamara Díaz-Bringas.


Marco una pausa en esta reflexión para confesar que el arte que en particular me interesa comentar, es el que resuena su oposición al poder y la dominación, al que se le achaca males como la corrupción, la contaminación del planeta, el enriquecimiento ilícito, la violencia contra la mujer, las dictaduras disfrazadas de democracia, pero también el acoso sexual, y el machismo. En este istmo hay mucha tela que cortar a ese vestido que no les calza a muchos o muchas incluyendo a artistas, que aún intentan meterse en ese traje a como dé lugar.


Muestra en Casa de América

Hay cosas que están sucediendo en Madrid que son positivas, como las colecciones de arte de personas o instituciones que se fijan en aquellas “tempestades” o “escombros” del pasado, como la obra de Rolando Castellón y otros artistas mesoamericanos. En un artículo de Paula Corroto para El Confidencial (26/11/2021), comenta las declaraciones de Manuel Borja-Villel, director de ese Museo quien refiere a una nueva zona:

“Pero estas salas van más allá puesto que también nos hablan de la famosa celebración del Quinto Centenario (de la conquista de América) y nos recuerdan (a través de vídeos en los que aparecen encapuchados) los movimientos de los zapatistas en Chiapas (México) - fue la época en la que en todas partes estaba el Comandante Marcos y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (ELZN)- o las matanzas en Guatemala (con todos los procesos de descolonización) a través de artistas guatemaltecos contemporáneos.”



Componen la propuesta en Casa de América: Adán Vallecillo, Ángel Poyón, Benvenuto Chavajay, Christian Salablanca, Donna Conlon, Guadalupe Maravilla, Héctor Burke, Lucía Madriz, Natalia Domínguez, Patricia Belli, Priscilla Monge, Rolando Castellón y Simón Vega. El equipo curatorial está conformado por Walterio Iraheta (El Salvador), Gabriel Rodriguez Pellecer y Lucia Ixchíu (Guatemala), Julio Méndez Lanza (Honduras), Illimani de los Andes (Nicaragua), Paula Piedra, Lola Malavasi y Daniela Morales (Costa Rica) y Adrienne Samos (Panamá).



Adán Valecillo. 2015. Montículo 1. Impresiones sobre papel algodón de 250 gramos. 86 x 115 cm. Cortesía del artista


Algunas lecturas de los expuesto

Esta es quizás una de las zonas del comentario que más me gusta escribir, pero hoy además cuenta el pasado. El hondureño Adán Vallecillo, expone “Montículo 1”, 2015. Yo me pregunto ¿qué querrá proteger o esconder bajo esos cobertores sostenidos por piedras, que se vuelven signo de encubrimiento como puede ser la corrupción, el blanqueo de capitales, el trasiego de drogas, males tan presentes en esta centroamérica como la inminente migraciones que se vuelven un punto negro en el territorio.

Ángel Poyón de Guatemala. “La encomienda” 2015. Registra la entrada con esa silla a espaldas y, recuerda una práctica colonial cuando el indígena se le imponían esas cargas, pero que también cargan ciertas culpas impuestas.

Benvenuto Chavajay. 2016. “Ixtetelá”, y “ El retorno de la silla”. Hay cierta sincronía en esta reflexiones, que aturden cuando se asocian comportamientos como el machismo, acoso y violencia, y que son un cuadro que repulsa en el arte de la región.

Christian Salablanca de Costa Rica expone dibujos y videos de trazos orgánicos hechos con carbón trazados por un conjunto de configuraciones geometricas que al pasar sobre la superficie del papel dejan esas singulaes huellas.

Donna Conlon, 2019, “From the ashes” (De las cenizas). Una avecilla torna a la vida, a la libertad de lz Ave Fenix, la cual revive resistiendo a la ofuscación de sus propias cenizas.

Irvin Morazán (conocido como Guadalupe Maravilla), expone unas esculturas de gran presencia hechas de objetos que pienso también reviven de los subproductos que, como cenizas, embadurnan la ciudad. “Ghettoblaster Headdress”, 2018-2021.

Héctor Burke, “S/f”, es un conjunto de 18 mixtas sobre papel, de fuerte carga autoreferencial y signos de las tensiones de la psique persistentes en la urbe actual.

Lucía Madriz, “Tres hermanas”, 2021, instalación hecha con maíz verde, maíz amarillo, frijoles rojos, frijoles negros, frijoles blancos, semillas de calabaza y tierra. Exhalta la paciencia de la mujer al afrontar esas grandes tensiones de género y males que afectan la sociedad hoy, y que no son solo asuntos de la familia y la alimentación.

Natalia Domínguez, “Serie Estigma: La lotería”, 2010-2019. Es una de las nuevas piezas colectadas por el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.

Patricia Belli, Cielo de leche”, 2019. Escultura en textil. Lástima que las mamas de esa enorme teta están tan pegadas al cierlo, para que pudieran paliar el hambre de la niñez de esta región y del mundo.

Priscilla Monge, “El deseo es cosa de vida o muerte, 2003. Fotografías en papel siliconado-metalizado sobre aluminio. Estas reflexiones de Monge resultan siempre poderosas, pues poseen el espejo de la autoreferencia, de buscarnos en nosotros mismos.

Rolando Castellón, “Sin título (de la serie Objetos Encontrados Post-Colombinos)” 1981–2021. Otro de los artistas recién ingresado a la colección del Reina Sofía, y quien está presente en la memoria de la mayoría de muestras que han movido el arte del istmo en los úiltimos cincuenta años, de las que cité solo algunas.

Simón Vega, “Third world space modules blueprints”, 2015-2018. Otro de los artistas del Reina, quien traza signos de una ciencia y cultura que a veces soñamos poseer, como la erciente noticia de que el dictador Ortega anunciaba con bombos y platillos enviar un módulo al espacio exterior, cuando su pueblo se desvive por la violencia política, la desesperanza y el hambre no solo de alimento sino de libertad.



Patricia Belli. 2019. Cielo de leche. Escultura en textil. 300 x 400 cm. Cortesía de Colección A2_Antonio Jiménez y Álvaro Marimón


Pienso, y con esto concluyo, que en la región hay demasiados escobros que encumbren estos y otros signos que importa ventilar, o contribuir a tirar la primera piedra o autoevaluarnos mirando nuestros adentros a traves de esos espejos, a ver si somos parte de lo denunciado, o, ¿sí somos la solución o parte del problema?










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