Muestras Actuales en el Museo de Arte y Diseño Contemporáneo
Sala 1.1 del MADC, Colectivo las Hartas, altar a "Santa Luchona". 2022.
Busco o pretendo, en primera instancia, generar una meditación esclarecedora a la luz de las problemáticas actuales, innovar del lado de la ciencia, la tecnología, y el arte que nos brinden certezas y una transformación prometedora. El binomio Ciencia / Arte es siempre esclarecedor, y hoy más que nunca necesitamos de esa fusión en términos de luminosidad para poder emerger de las aguas de un invierno demasiado crudo, como el que hemos tenido días atrás.
Pero necesitamos tender lazos, relaciones que impidan que nos hundamos en el abismo de aquel océano que hoy divide y a veces hasta nos confunde. Cuando se habla de luz se dice que ésta no se pone debajo de una mesa o de otro mueble, se coloca en alto para que alumbre todo el aposento; y eso sucede con las ideas, éstas se traen al museo, a este recinto que debe recargarnos las energías con la contemplación del arte, aspecto que me refiere a la “Rothko Chapel”, construida en Texas a inicios de los años setenta para albergar a los creyentes de todas las religiones del mundo inspiradas en el fenómeno y luminosidad de la pintura de este gran artista. Hoy necesitamos un fogonazo poderoso que parta esas aguas que nos hunden. Ante estas circunstancias no caben palabras bonitas, lo que quiero es concientizar para provocar una actitud edificadora que construya en vez de murallas puentes sobre aguas turbulentas, como dice aquella canción de la banda rockera Simon & Garfunkel de los años setentas que tanto marcó a nuestra juventud de entonces.
Arquitectura en Sala 2, 30 años de bienales en Costa Rica.
Bienales de Arquitectura. Fotos cortesía del MADC.
La actualidad en el país en una micro escala, parece asemejarse a la realidad mundial en lo macro. Hoy en día el paisaje urbano se torna renegrido, debido a los contaminantes que lo degradan; el humo benzínico embadurna las paredes de los edificios y los ventanales del comercio, y, por si fuera poco, el cableado telefónico, el de las cableras de tv, de los tendidos eléctricos, son otra maraña que poluciona, y además se reflejan en ventanales y vitrinas de la ciudad, como lo hacen los rótulos y la basura. El entorno se vuelve lúgubre, pareciera dejarse engullir más por la crisis, y en vez de emerger y dar una voz de aliento, y provoque la tan ansiada transformación, se esconde donde pocos la pueden apreciar o escuchar. Me atrevería a afirmar que esa monotonía del paisaje al cual nos exponemos a diario baja los ánimos, aminora el sistema inmunológico del cuerpo, y vemos el día adía como la eterna lucha, (bueno eso es) un ring, el día a día es una fiera pelea en el cuadrilátero de la realidad cotidiana. Para dicho desafío de romper con lo que nos hunde, los costarricenses tenemos precisamente una estrofa del himno nacional que habla de “la lucha tenaz”.
En los lugares donde se dan las condiciones invernales, la gente se viste en azul oscuro, negro, gris, pues el frio motiva el recogimiento interior, pero cuando llega el calor al final de la primavera la ropa veraniega aparece iluminar el panorama, el blanco, el rosa, el amarillo, y el espíritu se alegra pues llega la temporada veraniega: los parques, playas, festivales, viajes por el mundo, jolgorio, extroversión, estímulo a la sensualidad en cuanto a un signo que aviva el comercio buscando mejorar sus ganancias.
Refiero a estos aspectos que impactan sobre todo en tiempos de carestías, de guerras internacionales, que igual afectan como si ocurrieran acá, porque el mundo es una aldea como un día ya lejano predijo Mc Luhan, y si hay violencia bélica en Europa del Este no salimos ilesos y de alguna manera se nos aprieta la faja a todos por igual. Los migrantes venezolanos inundan las ciudades pidiendo auxilio que, aunque sea poco, les parece la gloria. Este es el entorno al que me expongo y que me engulle, y siempre he pensado que los museos de arte son un espejo donde se miran estas problemáticas, sociales, ambientales, humanas, económicas, políticas, culturales. O sea, vamos a buscar dentro de las paredes de los museos lo que tenemos delante de la vista en las mismas calles, pero a veces nos cegamos y no logramos reconocer el signo de lo que nos afecta. Evoco que para la muestra del guatemalteco Moisés Barrios “Potasio: las consecuencias de la abundancia”, 2015 en todas las salas del MADC, se recreó aquella referencia a la capilla de Rotko. ( https://www.experimenta.es/blog/luis-fernando-quiros/moises-barrios-bananopolis-4849/)
Cuando llego al museo y me adentro en sus abordajes que me recuerdan la realidad en la que vivo, para salir ileso de la refriega debemos sacar un gesto positivo, un aprendizaje, y ese gesto edificador tiene que ver con la comprensión de los significados que a veces o por lo general encontramos (des)dibujados a la entrada al museo, debemos caminar entre sus pasillos, salas, aleros, sacudirnos para ser conscientes de que vivimos un momento muy singular en la vida, y que eso que veo y aprecio no solo me afecta a mí, sino a los semejantes indistintamente de nacionalidades, banderas o afiliaciones políticas o de credo, de nivel económico, bandas de edad y educación. Pero debo ser consciente de que los artistas se ganan la vida a partir de los productos de su creatividad, y debemos apoyarlos y mirar primero esa producción tolerante con nuestro entorno natural y cultural pues ahí está el enganche, la motivación para comprenderlo.
Las exhibiciones actuales en el MADC
La sala 2 nos da una ojeada a la arquitectura a lo largo y ancho de las bienales de los últimos treinta años; esto me dispara otra reflexión quizás incómoda, pero vale: De las artes creativas existe una contradicción en términos de valor, uso, protección y conservación entre las cuales están favorecidas las artes visuales, para no hablar de las “bellas artes” tradicionales que suenan a tiempos y percepciones ya añejas. La arquitectura, que trabaja en términos del espacio y sus lenguajes, manejo de materiales, estructuras que se relacionan poética y creativamente con la ciudad, con la urbanística, la diversidad de tramas sociales, pero también con los territorios y planes reguladores de las áreas metropolitanas e incluso hasta rurales. Pero también se relaciona con la intimidad. Lo que pienso es que no dejan de ser eclipsadas por una crisis luego de ser ocupadas, sus materiales se deterioran debido a la humedad, hongos y toda clase de agresivos degradantes, y aquello que vimos florecer en bosquejos, planos de presentación del proyecto, hermosas fotografías de un fotógrafo especializado en este arte e, incluso, en depurados modelos o maquetas, sufren un revés, impactados por la ruina y lo ruin de las conductas humanas que son peligrosísimas para la calidad de vida palpable en las urbes.
La misma idea de la sociología de los sesentas y setentas del siglo pasado, y que tanto me gusta referenciar en mis reflexiones, lo enunció: Aquel producto propio de nuestra grandilocuencia, lo invade otro carácter humano, su testarudez. Y, en tanto esos productos son hormas duras, terminan haciéndonos, moldeándonos a nosotros mismos. Con frecuencia, para explicarlo, acudo a aquel grabado de Escher de una mano que a su vez se dibuja a sí misma. Todos estos son puntos de inflexión en pro o en contra de lo que vamos a ver al museo, para regenerar criterios, afinar la conciencia, y quizás salir airosos del trance de catar el arte.
Sala 2. Bienales de Arquitectura en Costa Rica.
Caminando por la Sala 2, al ver las maquetas de dos proyectos ganadores de la Bienal de Arquitectura de los arquitectos Michael Smith y Alejandro Vallejo, responsables de diseñar y construir el Centro Indígena Kapaclajui, ingenioso proyecto comunal en Grano de Oro, distrito Chirripó, Turrialba, cordillera de Talamanca. (Arquitectura en proceso: Centro Indígena Kapaclajui) (https://www.experimenta.es/blog/luis-fernando-quiros/arquitectura-en-proceso-centro-indigena-kapaclajui-4553/) Y, evoqué además otro artículo que publiqué en la revista Española Experimenta, me percato que también hay elocuencia: “Costa Rica: Gran Premio Bienal Arquitectura 2016) (https://www.experimenta.es/blog/luis-fernando-quiros/costa-rica-gran-premio-bienal-arquitectura-2016/), de un espacio de aprendizaje del arte en una barriada netropolitana erosionada por la violencia actual donde el arte se vuelve paliativo.
Me parece fundamental traer esta discusión al tapete, no para lavar la cara a los arquitectos ni mucho menos para achacárseles de que se den también vicisitudes que asfixian esos espacios, y que ponen en duda lo que se proyectó, tal vez sin prever estrategias para salvarlo de esas fieras contradicciones y detonantes culturales, sociales, ambientales, humanas. Cada vez que repaso esos textos que refieren al trabajo de Michael y Alejandro, me empodero, y creo que esa debe ser la misión de estos museos, de que el visitante emerja creyendo en los potenciales que posee el país en las industrias culturales, y los factores de desarrollo y del potencial humano que es otro tesoro. Resulta fundamental, y qué bueno que el MADC está tomando este rol de potenciar los valores en las disciplinas a las cuales se debe, como la arquitectura, el diseño y el arte contemporáneo, como se ha visto en estos últimos meses bajo la batuta de Paz Monge, Directora, José Picado, Curador Jefe, y Fernando Chaves Espinach Curador Adjunto.
Tatuajes en Sala 2. Foto cortesía del MADC
Grabados en los lienzos del cuerpo
Vuelvo a preguntarme: ¿Estarán los artistas visuales cambiando el paisaje del futuro, al grabar la piel, al tatuar y recrear ese tratamiento de las superficies corporales con su práctica creativa, cruzadas por el diseño de productos, la gráfica o diseño gráfico, y ambiental? Digo, me gusta esas dosis de desenfado, ludismo y humor que se advierten en muchos de estos grabados sobre la piel, arte de este tiempo que llamamos contemporáneo, y que encuentra intertextualidad en los grafitis, y que requieren de un pensamiento pertinaz; no verlo como un problema sino como una poética relacional capaz de transformar y salir de esta etapa tan convulsa de la humanidad.
Altar a Santa Luchona en Sala 1.1 y performance del colectivo Las Hartas en San José 2022. Fotos cortesía del MADC.
La devoción de quienes luchan a diario
Me parece simpático la idea que se explora en la Sala 1.1 del colectivo Las Hartas, curada por Erika Martin, de idear a una santa a la cual se implore intercesión para que mejoren esos condicionantes actuales que nos dejan perplejos y a veces desanimados: “Santa Luchona”, cuyas devotas son todas esas mujeres que dan la cara para salir a flote de esa marejada y aguas turbulentas que nos inundan a diario: las turbulencias del desempleo femenino, de la inequidad, del machismo, de la economía que se encumbran tan alto, como quizás está la santa allá entronizada, que no logra escucharlas ni atender sus plegarias. Me pareció divertidísima la imagen de “Santa Luchona” y el altar, con candelas, flores, menjunjes, pero también lápices de colorear, y, aquella hermosa metáfora de salir al ring, que representa a la misma ciudad, la misma realidad, que es la vida misma, instancias en las cuales a unos toca vencer (estar arriba) y a otros perder (estar debajo) y eso me recuerda la televisión italiana de los ochenta: “Quelli della note”, un programa de alta audiencia por el trato de esas vicisitudes de manera desenfadada, y, por qué no, me recuerda el Dada de hace un poco más de un siglo y sus actitudes anti arte.
El arte y el tatuaje, en Sala 4. Fotos cortesía del MADC.
Sala 4 una “caja de resonancia”
Lo aprecié en la anterior muestra sobre documentación, en términos de arte contemporáneo de lo que nos motivan a ver los curadores en la sala anterior, el factor creativo e ingenioso del grabar la piel tratado en la obra de arte, ahí apreciamos aquella pieza de Javier Calvo en la cual el tatuaje lo hace la luz solar al broncear su propia piel, o como en este caso inyectar tinta blanca a su cuero cabelludo, o aquella pieza de Win Delvoye que tatúa un motivo de la heráldica en la piel de un cerdo, mostradas al lado de unas sobresalientes fotografías donde se deduce un rigor y una estética, o gusto por cómo se debe mostrar el arte de estos tiempos en un museo. También se aprecia un video del reciente proyecto de Alejandro Ramírez sobre el tatuado y que produjo bajo los aleros del Centro Cultural de España en San José, allá en el Farolito que está cumpliendo 30 años de proyección y gestión de la cultura en el país. Son ese fogonazo de que hablo capaz de empoderarnos y salir airosos de esa visita.
José Rosales. Pila de la Melaza. 2022.
“Pequeño fin del mundo”
Esta es una instalación de mantas, montadas en la Pila de la Melaza, que provocan al espectador al servirse del lenguaje de los videos, de los comics, y otros íconos del mercadotecnia y el cine, que alborotan a los más jóvenes a diario y abren expectativas con el fin de vernos a nosotros mismos y cerciorarnos si estamos bien parados ante esas vicisitudes o delante de la hecatombe que tan sólo necesita que alguno de esos poderosos políticos mundiales, pulse el interruptor y ocurra lo que tanto horror provoca; de ahí que José Rosales, un hombre hipersensible y muy trabajador, investigando en esas potenciales causas y sucesos en un imaginario simbólico, de un lenguaje que viene tratando en varios de sus proyectos y uso de materiales como telas, felpas, y como dije, una meditación de carácter escatológica, en tanto nos refiere a los últimos tiempos o fin del mundo. Sin embargo, no nos dejan de gustar mucho más aquellas esculturas en jabón que mostró en la Alianza Francesa, hará ya unos cinco años. ( https://issuu.com/lfatal/docs/l__fatal_11 )
Quizás para concluir el relato de mi visita al MADC (y abro este paréntesis para explicar el significado de la experiencia autorreferencial como automotivación para escribir mis reseñas o comentarios), repito que la visita tiene un fin muy valioso, salir reconociéndonos a nosotros mismos, saber quienes somos, qué nos gusta, que pensar, que decir o afirmar de tanto desafío, y no salir a la deriva sin rumbo cierto, aunque la incertidumbre vaga en todos estos espacios y nos requiere también explicar. Necesitamos empoderarnos y el arte es el más sensible secuaz.
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