Roberto Carter, “Aparición y Latencia”, pinturas 2022. Foto cortesía del artista.
Ese imaginario pétreo o quizás hasta terroso o fangoso (tierra más agua) en algunas de las pinturas creadas por Roberto Carter, tituladas “Aparición y Latencia”, expuestas a partir del 18 de junio en Cero Uno, son inherentes a algún ser que habita el contraespacio -la No dimensión que (des)habitamos los humanos, pero, que, este artista potencia al liberar la alternativa de apreciarlos en su acción en el cuadro-, en tanto son una manifestación concreta de la paradoja.
Llegar y detenerse en esa sala blanca o gran oquedad en el contraespacio de Cero Uno donde Carter hace aparecer esos seres, nos somete a un bombardeo de emociones, las mismas a las que enfrentó el artista ante el cuadro en blanco, noción que a su vez le probeyó peso, movimiento, carácter, fuerza y que nos comparte a los espectadores con el acicate para provocar la mayor y profunda reflexión acerca del arte de estos tiempos de emergencia, intentando descifrar el enigma de su (in)existencia. Cuando lo más complejo es detener al especador para que asimile, cuestione u ovaciones aquellas figuras, y tengan una aplicación en su vivencialidad, este artista logra el cometido y nos detiene a indagar la magnitud de sus aportes.
Roberto Carter, “Aparición y Latencia”, pinturas 2022. Foto de C. Ávila.
Roberto Carter, “Aparición y Latencia”, pinturas 2022. Foto cortesía del artista.
Lítica figuracional
Son criaturas que adquieren esa pesada corporalidad, cuando el sí mismos se funde con su esencia en una idea de totalidad y, que, a su vez, cuestiona la contradicción de la nada, poética de lo inmanente y relacional, de un estado observado, medido y mediado, pero también cuestionado. No hace falta entenderlos o someterlos a nuestra comprensión, pues, repito, son seres solo para ser sentidos en la inmensidad del cuadro simbólico, del signo que no tiene límites en los discursos actuales o porque su apariencia se diluyó y no permanece.
Yo, como espectador me los imagino enormes, pesados, como dije pétreos y de ahí su antagonismo pues a su vez no pesan nada, flotan, en la contradicción del No espacio o vacío. (No me refiero tan solo a las teorías de Auge del No lugar y los espacios del anonimato) Y, de todas maneras, ¿para qué los queremos sino para apropiarse de la pared de un museo o una enorme sala de máxima luminosidad que intensificó la interrogante de su minimalismo?
Roberto Carter, “Aparición y Latencia”, pinturas 2022. Foto cortesía del artista.
Es muy fuerte la pintura de este joven talento del arte nacional, tanto como que cuestiona la existencia de esas mismas criaturas, pero a su vez las concreta, las dimensiona, las provoca moverse delante del espectador en ese consructo espacio temporal disparando un rayo de luz, un vector de fuego que las colisiona con aquellos muros de la (in)existencia.
Lapso de cuestionamientos
Yo me cuestiono: ¿hasta dónde nos hará llegar el arte de hoy después de pisar la zona cero, el tiempo cero, y ver las ciudades en su totalidad vacías en como ocurrió en estos tiempos de pandemia?, e impele el significado de quedarnos atorados, como esos monigotes pétreos, hasta ser reiniciados por el hipersensible ojo del espectador, para quien pinta Carter, y para quien mide ese lapso virtual de latencia. Se trata de un espectador que aún no sabe qué hacer, cómo actuar, hacia dónde dirigir sus pasos ante el tiempo inminente de un fractal, de un cero y un menos a la izquierda o un más a la derecha, total, ¡¿Qué importa?! El arte es una especulación o el orden de los factores no altera o el producto; aunque también importa cuestionar todo para provocar el disenso como abstracción o idea real del hoy.
Roberto Carter, “Aparición y Latencia”, pinturas 2022. Foto C. Ávila..
Lejanos referentes lo relacionan al informalismo figurativo como el legado por los franceses Jean Fautrier, Jean Dubufet, o Karel Appel de Cobra, y algunos otros que emprendieron la investigación sobre las nuevas amnifestaciones, pero en lo más profundo esas corporeidades líticasm reimagino a una deidad maya que inspiró aquella arquitectura telúrica y sensual apegada a la madre tierra. Instiga a penetrar a las entrañas terrestres donde hayan su origen en medio al fuego, entre la piedra fundida, al crater ardiente o a la cueva insondable del útero terrestre. “Poética de las profundidades -como diría el filósofo martinico Edoard Glissant-, Baudelaire explora los primeros ámbitos. Extensión vertiginosa, no sobre el mundo, sino sobre los abismos que el hombre lleva en sí mismo”. (Glissant, E. Poética de la Relación 2017. P59)
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