Rosella Matamoros: Lado oscuro de un corazón rabioso
- Luis Fermando Quiros
- 28 nov 2020
- 7 Min. de lectura

Rosella Matamoros. ¿Cómo llegue aquí? Fotografía de A. Artavia, cortesía del MADC.
Durante este lapso de tiempo -entre noviembre y diciembre del sombrío 2020-, se realiza el Continuo Latido-americano de Performance, por Zoom y FB live; asistimos al desfile en el monitor de la computadora a imágenes que atiborran nuestra capacidad de asimilar la memoria, pero en suma enriquecedoras, con mesas de investigación, perfiles por país, y acciones de video que demuestra un cuerpo vivo de esta disciplina, la cual cada día acrecienta con más adeptos y observadores.
Hay algunas(os) que atesoran el cuerpo íntimo, o el cuerpo social, el cuerpo sensible, el cuerpo psicológico, el cuerpo ontológico, el entorno humano en extrema relación interior y entre personas. Otros atribuyen el poder hacer a través de los sentidos perceptivos, agudeza visual, táctil, sonora, olfativa, gustativa. Algunos ven la metáfora de personificar el entorno natural: sentirse árbol, semilla, aguas del río, nubes, viento, incluso huracán o terremoto, y personificar la misma madre naturaleza. Todas son percepciones válidas, pero vuelvo a delatar que me interesan solo aquellas que poseen la llave para abrir las puertas del museo, o galería, e incluso los espacios de la virtualidad, o “No Lugares”, y andar sobre el anguloso filo del abismo, tal y como podríamos retratar a este germen de la acción performativa, que, como dije, crece como la levadura.

Rosella Matamoros. ¿Cómo llegue aquí? Fotografía de A. Artavia, cortesía del MADC.
El o la artista de esta forma de arte contemporáneo, en su intento cotidiano de elaboración de una idea que fluirá en la propuesta, el hilo conceptual, transita por dicho filo del barranco. Requiere, primero que todo tener la clave, llave de acceso al imaginario de símbolos con los cuales entablar la comunicación con el otro, y orquestar su manifestación crítico-creativa; luego, tener equilibrio, sagacidad, control de su cuerpo y mente ante la ira y desencadenamiento, para dejar salir esos ímpetus del corazón rabioso, que lo pueblan.
Pintar, dibujar, instalar, grabar, esculpir, colectar, en el performance importa la medida de las cosas -quizás esa sea una de las claves referidas-, pues todo tiene su propia impronta o huella, perceptible: Imaginación, crítica, audacia, agudeza psíquica, conocimiento de sí, o investigación autobiográfica, relacional y socializadora. Si el proyecto solo fuese un abordaje beligerante contra la misma sociedad, resultaría un poco empalagoso; igual si durante todo el acto tratase solo del dolor, los espectadores terminaremos con el alma demasiado compungida y ese nos es el caso.
Pero conveniente no abusar de ciertos elementos creativos, de texturas dramáticas que resultan interesantes, pero nos pierden y restan fuerza al concepto, atragantan, dejan sin palabras, ni susurrar siquiera ante el impacto de la mirada, pues saldríamos del museo más patidifusos de como entramos. Diría que debe haber teatralidad y encadenamiento de eventos diversos, y habrá performance, pero ambos requieren de dominio del tiempo, y de la acción al expresarse siendo materia, sujeto, objeto de una trama artística contemporánea, como es esta. Lo ejemplifico con uno de sus piezas en la cual reta a la sociedad de manera aguerrida, pero cierra con su imagen refrescada luego de la acción con un ventilador que hace flotar su abundante cabellera; esta poética no rima con lo acalorado de la confontación y se vuelve exceso.
Quizás y en general, la obra de esta artista me resulta algo fastidiosa, porque maneja esos excesos de expresión que me resultan pesantes. Sin embargo, debo hacer a un lado los preconceptos al intentar escribir esta lectura, tratando de ver y sentir, lo que es de ella, su carácter, su fuerza, él como, el qué y el cuándo expresa algo que emerge de su interioridad. Esas son sus fortalezas, sus dotes, y con ello ha conquistado espacios de validación, son sus registros de lo que para ella es performance, y requiero aprender a apreciarlos, aunque en el fondo, repito, sienta repudio.

Rosella Matamoros. ¿Cómo llegue aquí? Fotografía de A. Artavia, cortesía del MADC.
Bueno, pero atendamos a algunos argumentos referenciales que acuerpan mis criterios:
“El deseo de belleza -expresa Trias citando a Platón-, el impulso hacia lo bello aparece aquí como forma de locura, la locura divina, en la que el sujeto pierde el dominio de sí mismo y se conduce como un enajenado, sólo que esa ex-centricidad se debe a que entonces es un dios (espíritu o Pathos) el que se apodera del sujeto, el que lo rapta o lo posee” (Trias. 2008. P44).
Quizás que por primera vez pongo mis sentidos y pensamiento para mirar el trabajo de Rosella Matamoros, aunque fui su curador en una muestra en el Museo de Arte Costarricense a inicios de la década de los años diez-, para presenciar, hoy, como aparece en el título: el lado oscuro de su corazón rabioso. Y lo tildo con estos adjetivos en tanto, del sistema simbólico emergen encabritados, briosos, tal vez es una faceta de ella que quizás no sospechábamos, pero intuimos en la percepción antropológica de la gestualidad, como apreciaría Ray Birdwhistell, o en las distancias intrapersonales, proxémica y lenguajes no verbales, tanto como en los trazos de sus dibujos tan cargados de sutil sensualidad.

Rosella Matamoros. En el mismo barco. Fotografía de A. Artavia, cortesía del MADC.
Eugenio Trías isistiría:
“Es necesario contactar con la belleza a través del impulso erótico -lo cual implica enajenación, muerte. Pero es preciso rebasar ese estadio, dejar morir la misma muerte, enajenar la misma enajenación. Y ello en virtud de un resurgir en el que el alma verdaderamente renace, siendo ese re-nacer un descenso del estado contemplativo al proceso activo” (Trías. 2008. P45).
En los recursos del lenguaje, Rosela, tacha, corta, arruga, tira, patea, zapatea, enjacha, gruñe al espectador que a veces no sabe por que esta ahí, y ¿por qué de los ojos de la artista salen puñales hacia los suyos?, pero también importa indagar ¿cómo llego?, o ¿por qué siente miedo? ¿Por qué evadir el cuerpo emocional, el cual gobierna su carácter y pensamiento? Sin embargo, es tan necesario en arte al expresar e imprimir movimiento para no emerger del acto de contemplación activa, vacío. Importa mucho empoderar al espectador.

Rosella Matamoros. Fotografía de A. Artavia, cortesía del MADC.
Daniel Goleman, en La Inteligencia Emocional, dice:
“Cuando las emociones son demasiado apagadas crean aburrimiento y distancia; cuando están fuera de control y son demasiado extremas y persistentes, se vuelven patológicas” (Goleman, 2008. P78).
Respecto a ese individuo creativo en su práctica artística, en el capítulo "Anatomía de la ira", Goleman agrega:
“Su cuerpo se moviliza para luchar, no para correr, y lo deja tembloroso, mientras las gotas de sudor corren por su frente, el corazón se le acelera, y los músculos de la cara le quedan rígidos en una expresión ceñuda”, (Goleman. 2008. P81).

Rosella Matamoros. Fotografía de A. Artavia, cortesía del MADC.
Lanza al otro, al grupo contingente en esa purga existencial, al mundo, a los estratos sociales pobres, medio, ricos, a los del aparato estatal, de la justicia, del erario público, de la seguridad del Estado, preguntas que no tienen respuesta, aunque al salir de ese espacio contemplativos tengamos la cabeza llena de interrogantes, de disensos, de pensamientos antagonistas y sentimientos encontrados.
De alguna manera me provoca recordar a Alejandro Jodorowsky (1929) del teatro “Pánico” de los sesentas y setentas del siglo pasado, y recordar una película “La danza de la realidad” creada y dirigida por él, autobiográfica, en extremo delirante, como puede ser la vida de un artista, poeta, músico, pintor, escritor, cineasta, al ser capaz de volver el mapa del mundo al revés, o ponerlo de cabeza como lo hizo Torres García, para darle nuevos ángulos a su propia manifestación indagadora y crítica.

Rosella Matamoros. Ejnj el mismo barco. Fotografía de A. Artavia, cortesía del MADC.
También me motiva a evocar el filme “Madre”, 2017, de Darren Aronofsky, es una de esas películas de corte psicológico y de simbolismos en el cual impacta la figura femenina que representa la Madre Naturaleza. La crítica de cine dice: “La casa es una especie de alter ego de ella misma, representando el planeta Tierra. Son un mismo ser, y por eso ella escucha un corazón que late cuando pone la oreja en la pared”. Y ese gesto afina la preocupación por la casa de todos: el planeta Tierra, que poco a poco es destruido.
(https://www.fotogramas.es/noticias-cine/a19447682/madre-pelicula-aronofsky-explicacion/)
Los performances presentados en “This Way” por parte de Matamoros:
¿EN EL MISMO BARCO?
Comenta el curador de su propuesta para el MADC, Daniel Soto, que “las preguntas pesan, pero el silencio pesa aún más. Su investigación ¿Nos vemos al espejo? trata sobre el desarrollo sostenible de nuestro país, los derechos humanos y civiles, y la responsabilidad que tenemos sobre ejercer ciudadanía”.
En la pieza ¿QUE SENTIS? “Es el recorrido de mis preguntas sobre el comportamiento de nosotros los ciudadanos … y la búsqueda intensa de respuestas verdaderas! Todos como personajes “temporales” de la historia, estamos sentados en ese recinto compartiendo un país ¿Ejercemos ciudadanía? ¿Podemos ejercerla? ¿Cómo evitar que la corrupción nos contagie a muchos… a todos? ¿Pandemia ética o biológica? ¿Qué sentís? Es nuestro derecho a preguntar y a recibir respuestas!”.
¿COMO LLEGUE AQUI?
Comenta de nuevo el curador: “Como parte de su investigación, relacionada al daño social que vive Costa Rica, Rosella realiza un performance íntimo, desgarrador y que grita desde el silencio de un espacio inhabitado. Es un memorial a las víctimas de femicidio”.
Y qué importante que se de intertextualidad en el Continuo Latidoamericano del performance, al coincidir estos discursos con los de la mesa de investigación presentada el 22 de noviembre 2020, en la cual Cristín Sibaja, en “Retazos de Artaud [Cuerpo, Performance, Locura]”, abordó lo siguiente: “La propuesta que presenté es un extracto de una investigación que realizó en la que intentó en poner en diálogo la performance, el cuerpo y la locura acompañada del artista, actor, poeta y escritor francés Antonin Artaud (1896-1948). Reconocido por su producción artística y revolucionaria, como el Teatro de la Crueldad, por mencionar alguno; su relación con el movimiento de la época -el surrealismo- y su incesante búsqueda de la propia existencia”. https://luquiva.wixsite.com/misitio-1/post/retazos-de-artaud-cuerpo-performance-locura
Ya manifesté -y con esto cierro esta aproximacion al trabajo de la artista-, lo que no me gusta de las propuestas de Rosela Matamoros, pero ahora puntualizó algunas consideraciones que sí me anclan a comentar: son los grafismos en aquella tela colgante del techo de la Sala 1 del MADC, la cual fue grafiteada con textos, signos y otros grafismos de extrema intención, en tanto ella es grafista, y se aprecian en todos sus dibujos, en el pizarrón en el cual traza contundente, dominando su estilo y carácter de su práctica artística. Ese gesto de dibujar y desdibujar, de tachar y transgredir la palabra, el mismo signo, es un rasgo, que a pesar de lo voluminoso de los excesos, me encanta.
Las fotos y videos son de A. Artavia cortesía del MADC.
Eugenio Trías. El Artista y la ciudad. 1997 Anagrama.
Daniel Goleman. La Inteligencia emocional. 2008. Zeta.
L.F.Quirós. Diseño, acción, sentido. 2019 (2d ed.) E.Tecnológica de CR
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