Sila Chanto: Instigar al poder
- Luis Fermando Quiros
- 13 nov 2020
- 9 Min. de lectura

Sila Chanto. La Bestia, grabado a color. Foto cortesía de Teorética.
Indagar quién era Sila Chanto (1969-2015), en el panorama de las artes visuales costarricenses contemporáneas, encuentra respuestas que nos ponen delante a una mujer en suma crítica, disconforme, aguerrida en sus acciones y pensamiento, para obligarse a dar lo mejor en aquello asumido en su corta vida, dándo abundantes frutos propios de un proceso intenso y original.
En ese cuadrilátero de sus vivencias, Sila se auto-confrontaba a sí misma, tanto como lo hacía con los demás. Siempre tenía un acercamiento crítico a los desafíos, un ángulo de visión contundente, disidente, ante el cual reflexionar y elaborar el mapeo de la producción artística, cultural, del país y la región. Fue visor del arte en el límite entre dos siglos y dos milenios, era singular y genuina.
Además de artista, Chanto era una teórica del arte contemporáneo, poseedora de un talento extraordinario que no se quedaba solo con las palabras, en tanto investigadora reflexiva, revolcaba sus saberes buscando un intersticio por donde hacer fluir esos significados.

Sila Chanto. Muestra Vea con el ojo ciego, 2020. Foto cortesía de Teorética.
¿Quién era Sila Chanto?
Poseedora de un singular talento para el dibujo y el grabado, Sila se agrupó a cuatro mujeres grabadoras que constituyeron el “Grupo Grana” en 1997, con Carolina Córdoba, Marcia Salas y Rebeca Alpízar, y en la última parte de su vida, con Dinorah Carballo, su amiga entrañable.
La conocí desde que era estudiante en la escuela de Artes Plásticas de la Universidad de Costa Rica, en los años noventa del siglo pasado, y fue para un certamen anual de arte universitario, en el cual ella ya desplegaba en toda su amplitud sus alas, para ver -como Icaro-, desde otra perspectiva el mar de las problemáticas, de la Itaca actual en un Jonio embravecido y desafiante.

Sila Chanto. Muestra Vea con el ojo ciego, 2020. Foto cortesía de Teorética.
Ya desde esa época revolcaba todo asunto que mostrara un ápice de disconformidad, para agrandarlo e intentar imprimirle transparencia, claridad y abordarlo como temática; tal como las relaciones en familia, pareja, o desde la perspectiva no menos importante del poder. Desde ese estrado de mujer, poeta y crítica, produjo una consideraba pauta para el arte joven y para comprenderlo en ese lapso de tiempo que abrió, como dije, un siglo y milenio.
Pero a veces esas personas excepcionales que cultivan un terreno áspero y agrietado por tanta contingencia e incertidumbres, por vicisitudes de una vida que dura poco, Sila sufrió una severa enfermedad en los últimos años de su vida, y tuvo que mediar entre su pensamiento crítico-creativo, y la salud. Un par de meses antes de su partida al más allá, pude compartir con ella, Dinorah Carballo y Zole Solano, en un paseo a los Jardines Lankester en Cartago, para apreciar la muestra Land Art: “Injertos Art’ en natura”, 2014, curada por Rolando Castellón y mi persona.
Esa jornada de un día veraniego, recorrimos los espacios de la muestra instalada en el sitio y con materiales del lugar, escuchando atento la narración de sus percepciones, y advirtiendo el pulso alterado en mis manos al empujar la silla de ruedas en la que ella se movía, un tanto diezmada por su condición de salud.

Sila Chanto. Cuerpos removidos. Foto cortesía de Teorética.
En la gráfica costarricense
Importa recordar que en el país se cultiva ampliamente el grabado, recordemos a Emilia Prieto, Francisco Amighetti, Juan Luis Rodríguez Sibaja, Álvaro Duval, Ana Griselda Hine, y en las nuevas generaciones de la gráfica contemporánea a Rudy Espinoza (también hoy desaparecido), Adrián Arguedas Ruano, Alberto Murillo Herrera, Ileana Moya, Hernán Arévalo, Rolando Garita, Álvaro Gómez, Alejandro Villalobos, Jorge Crespo, entre muchos otros que se mantienen aportando con sus propios matices a esta práctica creativa.
Sila era muy sensible a los altos contrastes que le ofrecía la xilografía, y por ello gozaba los trazos enérgicos y abordajes que también lo eran: inquirentes, cuestionantes, ponía al espectador entre la espada y la pared para obligarlo a sentir ese pulso que imprime el artista, sea a la gubia para grabar el taco de madera, sea el manejo del buril, la resina y el ácido que profundiza sus esgrafiados sobre el metal y que luego llenará de tinta.
Tenía que ver con política, con jerarquías de género, con afrontar el poder desde un campo distinto e inexplorado, pues ella abrió espacios y preparó terrenos cultivados para que nuevas generaciones de artista cosechen sus frutos.

Sila Chanto. Muestra Vea con el ojo ciego, 2020. Foto cortesía de Teorética.
El abordaje de la bestia
A su obra y temática la frecuenta la bestia: esa extraña condición humana que no tiene rostro, que es un cuerpo-silueta el cual se regenera en el continuum entre anverso y reverso del soporte, motivo modular que repetía en el espacio, estampado en telas muy transparentes potenciándolo, afectándolo, marcándolo a partir de la sucesión de las figuras quizás hieráticas, como el fondo de una sociedad juiciosa que mira enfilada en la línea del frente de batalla, el desafecto, y la poca sensibilidad para con los problemas ajenos, y asiste a ese gran juicio donde otro ser se desmerece y es ámbito de las miradas: el enjuiciado, el violado-violador, el condenado, pero sin hacer nada y dejar que esos registros se borren de sus recuerdos.
Se trata de ese monstruo que nos acosa, y busca réditos: lo hegemónico y dominante-dominado, que en su caso se volvía abominable y personaje central, como es el mercado global a través de tácticas de poder, del nuevo filibusterismo, y la pugna entre “el gran hermano” y el otro, quien, no me queda claro si soy yo, él o ella, pero nos reflejamos con nuestras posiciones políticas a veces sin pensarlo y sin ser conscientes, pero sí olvidadizos.
En sus propuestas tridimensionales se advertía la modularidad y encadenamiento, figuraban un tren que viajaba a velocidad y al cual subían personajes sin rostro, en actitud de anonimato como son los migrantes centroamericanos, quienes caminan o se montan en camiones o en tren, para llegar a la frontera de la desidia, entre Estados Unidos y México. La tan mencionada bestia, devoradora de semejantes que al viajar se duermen por el cansancio y caen, muriendo entre los rieles ferroviarios y el transporte despiadado que acerca a los migrantes al límite, pues si logran pasarlo, serán sometidos a otros suplicios, y hasta quizás venir de vuelta repatriados.

Sila Chanto. La parida. Foto cortesía de Teorética
Carácter de lo múltiple
El procedimiento suyo le permitió estructurar, cientos de metros lineales de impresiones en tela, con el uso de matrices elaboradas en madera, que combinó en un importante sentido multiplicador. Se recuerda su pieza “El Muro” (1999-2000), con la cual participó en la edición séptima de la Bienal de La Habana. Estas percepciones se lograron observar en su muestra “Bitácora de los oficios”, 2012, Sala 1 del Museo de Arte y Diseño Contemporáneo, curada por María José Chavarría.
Tal carácter de lo múltiple le brindó la posibilidad de generar espacios, eran frecuentes los encierros, como el ring de la lucha libre o el boxeo, representando nuestro propio cuadrilátero interior, ante las tensiones domésticas quizás, o ante las relaciones en la estructura social, afrontando aquella maquinaria del adversario, cuya imposición y hegemonía, aún permanece y agrede o aniquila.
Tamara Díaz-Bringas, acerca de ese carácter de su obra comentó:
“En las propuestas de Sila Chanto, la concepción espacial está siempre vinculada al poder, siendo una expresión de relaciones de fuerza, dominio y subordinación”. (Díaz-Bringas, T. 2016).

Sila Chanto. La pauta. Foto cortesía de Teorética
(Des)memoria, o el revés de la historia
Entre 2009–2010 elaboró una pieza conceptual titulada Inversión Histórica, para la Bienal de Cuenca, montada en el Museo de Arte Moderno de aquella ciudad andina, y que, con esas herramientas y producción, logró intervenir los espacios públicos ecuatorianos. La curaduría local fue de María José Monge y José Manuel Noceda como curador general de esa bienal. La pieza también participó en la edición 45 de la Bienal de Venecia en 2011.
Sila pensaba en conferir a la apropiación estética de monumentos políticos, el potencial de reconstruir fenómenos narrativos e históricos, sirviéndose del objeto que ella desprendía de los muros de la historia local, en este caso una placa metálica. Para este evento en Cuenca comentó que ésta, la obra, asume el olvido y la fundamentación del recuerdo selectivo, a través del redescubrir y potenciar esas placas conmemorativas que a diario hallamos en monumentos, parques y vías de toda ciudad. Alude además a unos de los caracteres negativos de nuestra forma de ser costarricenses, en tanto que somos olvidadizos sobre todo con aspectos históricos y formas que deberíamos cultivar en vez de arrancar de raíz y tirar: la (des)memoria, y la nociva actitud de descartar.
Cabe citar dicho estado del arte con sus propias palabras extraídas de la documentación de su presentación a la bienal de Cuenca: “Se plantea con ello un ejercicio de subversión, ya que se relativiza la pertinencia de ciertos eventos significativos en el control social de la historia política oficial”.
Quiere decir que, al entintar e imprimir aquellas superficies de contenido simbólico, subvierte la memoria que conmemoran, generando un doble que nos instiga a referir el pasado, examinar un espacio de recuerdos para regenerar algún significado creíble, al tiempo de preguntarnos ¿el por qué la obra de arte se comporta de esa manera, y el por qué pertenecemos a un pueblo desmemoriado?
Respecto a la placa en mención, con la cual participó en Cuenca y Venecia, Sila argumentó su pensamiento, y, que de alguna manera responde a la pregunta anterior: “Estos artefactos intervienen el espacio urbano en dos ciudades latinoamericanas en las que se desarrollan complejos programas iconográficos para el control social y cuya selección está determinada por la experiencia del desplazamiento que propicia la convocatoria de la bienal (San José, como sitio de origen y lugar de partida y en Cuenca, como sitio de llegada), aunque la premisa no es excluyente de otros lugares, en tanto la dinámica de demarcación simbólica del poder a través de monumentos para el recuerdo, es de carácter universal”.

Sila Chanto. Los acróbatas. Foto cortesía de Teorética
Cruces y referencialidad
De alguna manera me estimula pensar el trabajo de un artista cubano que, por ese carácter nuestro no logro asir el nombre en la memoria, pero pienso que se trataba de Carlos Garaicóa, por el carácter de abordaje, quien, en la segunda parte de los años noventa, replicó placas metálicas que señalaban lugares específicos de La Habana, con la idea de regenerar la reflexión acerca del “locus”, y esa ecología urbana que puebla de símbolos los espacios públicos, y que, por estar ahí pegados a un muro, a veces pasa desapercibida a la mirada de los habitantes. Pero cuando aprecian o son traídas a la conciencia critica de una muestra, les activa el recuerdo con toda la representación que conlleva.
A diferencia del artista cubano, Sila utilizó dichas placas como matrices de impresión, por lo tanto, son reveses con las cuales instigar al habitante a tener conciencia crítica del lugar, su historia, y aquella carga del poder que resignifican y a su vez aprecian.

Sila Chanto. La beata. Foto cortesía de Teorética
“Sila Chanto. Vea con el ojo ciego”
TEORéTica, durante este paradójico 2020, abrió una muestra que estuvo suspendida por la cuarentena por el contagio de la covid19, “Vea con el ojo ciego”, curada por Miguel López. Es una revisión antológica que aborda un proceso de investigación de esta artista nacional, para tener una noción que potencie el impacto de su creatividad, del imaginario que puebla sus visiones trasladadas al grabado, al dibujo o la pintura, a la instalación o al video.
Respecto a este recurso del video, López acota:
“La exposición incluye también piezas más recientes como Cuerpos removidos (2008) o la animación El poder de la palabra florecer (2012) donde la silueta humana y sus frágiles fronteras son los protagonistas. En esta última pieza, el cuerpo se va cubriendo de hojas y flores en alusión al proceso de transformación en la vida, pero aludiendo también al destino inminente de todos los cuerpos vivos: descomponerse y nutrir la tierra para dar lugar a nuevos procesos de vida vegetal”.
El concepto, que destaca el curador, me interesa sobre manera pues me permite interpretar, quizás, considerar la componente que activa esta muestra en los espacios de TEORéTica, pues Sila presintió su última instancia, el borde entre la vida y la muerte, de ahí lo multiplicador de sus esencias creativas, y lo bondadoso en el árbol de la abundancia que fue preparando una composta de lenguaje, de sus abordajes candentes, su soberbia y audacia, para como dice Miguel, “nutrir la tierra” y prepararla para que otros cosechen.

Sila Chanto. Muestra Vea con el ojo ciego, 2020. Foto cortesía de Teorética.
Cierre al acercamiento
Este es el legado de esta gran artista centroamericana, quien en vida tocó la mayoría de los espacios de visibilización: Bienal de Cuenca, Bienal de La Habana, Bienal de Venecia, Bienal Centroamericana, y estuvo en las muestras influyentes y de mayor calado del arte local e internacional.
Anticipando la estocada de la bestia, previendo la (des)memoria de la sociedad actual, considerando las imposiciones y nuevas tácticas de dominación de la gran bestia que, ya no es el tren devorador ni el terreno hundidizo de las problemáticas regionales, es la misma sociedad actual, que da pasos en el impreciso “tremendal” de la existencia de este tiempo de confinamiento, y grandes contradicciones, que ella instigó desde la porosidad de su interioridad, desde el espíritu travieso de su corta vida, pero que nos sigue instruyendo después de su muerte con esta antológica y la acertada visión del curador.
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