Tamara Ávalos. Susurros, 2018. Cerámica. Foto cortesía de la artista.
La cerámica y la alfarería, son prácticas creativas que tienen su origen en la tierra, en el barro mismo, en el suelo y el agua; son de enorme interés para la historia y sociología del arte y el crecimiento de las culturas de la humanidad, pues existieron siempre y se sirven del material terrestre o materia originaria del planeta para obtener figuras que contienen un sentido de los sacro y a la vez mundano, místico sin dejar de ser poética. Para esta investigación publicada en distintos artículos en La Fatalísima, revista de arte contemporáneo, interesa preguntar y observar a los artistas a qué se debe su acercamiento y sensibilidad hacia esta técnica y materia en particular.
Tamara Ávalos es Licenciada en Artes plásticas con énfasis en cerámica, se formó en la Escuela de Artes Plásticas, Facultad de Bellas Artes, Universidad de Costa Rica, donde en la actualidad imparte la docencia. Ella comenta que desde sus primeros pasos en su formación inicia un acercamiento a la tierra como materia sensible y regeneradora y a la arcilla como materia prima en su proceso de investigación artística. A ella le interesa sobremanera la conexión que esta tecnología de la cerámica tiene con la Gran Madre Tierra, sustentadora de la vida en tanto que nos ofrece alimentos, y es objeto de estudio en sus aspectos físicos de los cuales se ocupan las ingenierías y la ciencia, pero también de los expresivos y simbólicos como los que trabajan los artistas y el arte.
¿Tierra, agua y fuego, son elementos de la naturaleza, al trabajar con estos materiales del planeta, se gesta, en ese proceso simbólico y holístico, lo que puede considerarse un homenaje al planeta? ¿En su caso, en sus investigaciones y objetos cerámicos, advierte ese carácter sacro de sacarle provecho a los frutos del planeta? ¿Le ayuda eso a generar el lenguaje de sus obras?
Efectivamente, a través de mi trabajo me apoyo en los elementos de la naturaleza: la tierra, el agua, el fuego, el viento y con ellos me conecto con el planeta, con la Gran Madre que sustenta nuestras vidas. En la cerámica, la tierra y el agua, se integran en la arcilla con la que modelamos y el viento y calor del sol, la secan y el fuego las cocina. El fuego transforma a través de su acción física y química al barro, material maleable en algo duro, semejante a una especie de piedra, rígido, con timbre y caracteres de dureza y consistencia.
Mi lenguaje plástico es el resultado de mi relación con este material de la tierra, mi admiración por las culturas antiguas y mi propia manera de ver y sentir la realidad. En ese sentido quisiera compartir que en mi trabajo me ha motivado reflexionar sobre la esencia de la vida misma y la conexión con lo sagrado. A partir de estas preocupaciones, es que me acerco al arte de culturas antiguas, buscando motivos e inspiración y desde ahí modelo el barro en mis manos. En los últimos 15 años, especialmente, me he preguntado sobre la conexión con lo sagrado que a través del arte practicaron otros pueblos y culturas. Con ese profundo respeto y amor que sentían por el planeta, por los ecosistemas, sus materiales y por el hacer. A partir de esas reflexiones tomo este material y este saber milenario para darle forma a mis pensamientos y sentires.
¿Qué se siente al trabajar con estos elementos de la tierra, advierte esa fuerza y simbolismos del que hablamos?
Tamara responde que le interesa la resignificación del cuerpo como territorio y espacio básico que da cuenta de nuestra relación con nosotros, con los otros y con la vida misma. En esta visión me he nutrido y resonado de los planteamientos sobre historia cultural propuestos por Riane Eisler, (1931), que es una académica austríaca, escritora, abogada y activista social. Esta autora nos propone en los textos, "El cáliz y la espada" y "Placer Sagrado 1 y 2", una visión alterna de la historia de la cultura y su expresión en distintos ámbitos de la experiencia humana que considera desde las relaciones con nuestros cuerpos y entre hombres y mujeres en el espacio privado; hasta la manera de entender las jerarquías sociales, la relación con la naturaleza y lo sagrado. Me interesa especialmente enfatizar los valores e imágenes que aluden al modelo cultural que Eisler denomina Solidario, basado en relaciones de respeto y cooperación entre pares, en las parejas, en la sociedad y con el ecosistema. Desde ahí es que estoy trabajando mis imágenes como una manera de honrar la vida, la naturaleza y sus ciclos y nosotros y nuestros cuerpos como parte de ello.
Por último, comenta Tamara, que el ordenamiento de las figuras en círculos, surge de un proceso exploratorio e intuitivo, y resultado de considerar el efecto que mis trabajos producían en las personas. Ordenar de esa manera varias figuras pequeñas en la instalación implica generar otra escala, y la geometría a su vez enriquece y ordena esa nueva totalidad que se crea.
Algunas lecturas de sus obras recientes
La pieza titulada “El oído de mi cuerpo”, 2018, observa un singular minimalismo en ausencia del color excepto el propio de la tierra, nada perturba a esa figura acurrucándose a escuchar las vibraciones profundas del planeta, y esa oquedad en la parte superior suscita la idea de cráter del volcán interior que se derrite en el fuego pulsional de la memoria, del mito, del pasado de la tierra encendida.
“Encuentro con mi sombra” alude al mito de la sombra que como en el arte egipcio es una deidad zoomórfica que acuerpa ambas masas corpóreas bajo un manto anecdótico esgrafiado en la técnica negra con figuras simbólicas de su imaginario personal que se nutre de las artes precolombinas americanas. Es una pieza enigmática portadora imágenes de lejanas culturas de la tierra.
“Escucha interna”, 2020, pareciera que todas las voces del mundo acallan para dejar sentir la musicalidad del silencio de la noche, al borde del acantilado del tiempo donde dejó atrás los quejidos de sus ancestros y adelanta una voz de esperanza y reconciliación de sí misma.
“Mi náhual”, 2020, escenifica a ese doble del pasado que lleva dentro y que reclama su existencia dentro de los mitos y la poesía de sus cantos y actuaciones danzarias. La idea del felino es poderosa en tanto asume una pose regia de una diosa humanizada.
“Recuerdo del futuro”, 2020, retrata un ansia, un deseo insatisfecho en el cual se palpa la angustia y quizás pulsión interior que clama a voces lo que no puede transmitir la materia, pero si el espíritu que mora en esa arcilla, el cual proveniente del pasado y ve hacia el futuro.
En “Susurros” 2018 vuelve a aparecer el doble, la idea de la sabiduría de ancestral enmascarada que le ofrece el enigma pulsional que se desborda en el gesto que susurra la figura principal. Es una pieza conmovedora y abriga esos deseos de las personas de sentirse guiada y acompañada por fuerzas superiores.
“La primera comunión”, 2006, es una instalación con figuras de arcilla sobre un cerco de tierra y arenas, en el cual suma además el simbolismo del lenguaje geométrico de la circunferencia, que es punto de atención en el cual las tensiones centrípetas y centrífugas se equilibran en el centro para brindar una lectura de danza, de ritual antropocéntrico y zoomórfico capaz de liberar esa dote y resignificar de manera potente el pasado.
A manera de cierre de este acercamiento a Tamara Ávalos
Para esta artista ceramista quien trabaja con la tierra, el agua, el fuego, el aire, materias sacras, abordando el lenguaje ancestral de lejanas deidades, y sobre cual se fundamenta el presente estudio, tal y como comenta ella son “una manera de honrar la vida, la naturaleza y sus ciclos y a nosotros y a nuestros cuerpos como parte de todo ello”.
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