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Conversatorio en torno a la pintura de Roberto Carter. Foto cortesía de Cero Uno.
Una tarde veraniega, de cobrizo celaje debido al polvo del Sahara en la atmósfera del valle central que alejó las lluvias vespertinas del 20 de agosto, un nutrido grupo de artistas cercanos al espacio de arte contemporáneo Cero Uno, cierre a su vez de la propuesta “Aparición y Latencia”, de Roberto Carter, en la cual, además del joven expositor, se sentaron en la mesa Silvia Elena Fallas, Daniel Fallas, Emmanuel Rodríguez, Konstantina Stamatiadis y LFQ quien escribe este comentario.
Que nos convoque el arte, importa mucho hoy en día. Los concurrentes a la sala, en su mayoría jóvenes artistas que, al sentirlos tan interesados, escuchando y participando de los diálogos que se desprendieron en torno a la obra de Carter, me pareció meritorio, y requiere un fuerte aplauso. Pienso que los muchachos quizás no se percaten del valor que tienen estos encuentros y discusiones para su formación artística, eso lo mentalizarán con el paso de los años y sus experiencias formadoras formales.
En mi caso personal, y como suele ocurrir, el estar ahí sentado intentando comprender las discusiones, preguntas y respuestas, me engulló la espiral del tiempo transportando a mis años de juventud, cuando nos reuníamos un grupo de artistas cartagineses en torno al Grupo de Trabajadores de la Cultura La Puebla, y aquella actividad grupal constituyó mi real formación, al menos en aspectos teóricos, de historia del arte y cultura universal.
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Conversatorio en Cero Uno en torno a la pintura de Roberto Carter. Foto cortesía de Cero Uno.
Hablar, en la década de los setentas entre otros de poesía y la nueva trova latinoamericana, conocer pensadores universales como a Marx al igual que a Freud o, deleitarnos con la poesía del alejandrino Konstantino Cavafis, que en esos años era prohibido leer debido a su franca homosexualidad. O Lorca coqueteando con Dalí y Buñuel en Port Lligat en 1931, una noche de luna sobre una barca cerca de la costa de Cadaqués. Aquellas reuniones fueron fundamentales, fueron mi real universidad, y hoy me brindan el soporte para avanzar hacia otras posturas y perspectivas de envergadura, sobre todo para un arte como el contemporáneo que trabaja sobre estos ejes del pensamiento que irriga la reflexión y análisis crítico y apreciación.
Pero además se trata de un aspecto central: hablar de la importancia de los programas de mediación en toda muestra artística de estos tiempos actuales, en tanto amplían la comprensión y valora lo que el arte necesita, sobre manera en estos estados de crisis económica, cuando el mercado del arte, la investigación y producción de exposiciones se pone cuesta arriba. Importa también aprovechar las herramientas de la tecnología en materia de comunicación en línea, como Zoom, FB live, Stream, Google meet, entre otros, para ampliar el arco de comprensión y que las manifestaciones creativas fluyan por esos mecanismos que lo llevan a la globalidad. Creo que todo presupuesto gastado en esta materia es una buena inversión, y hoy en día, una exposición que se digne llamar grande e innovadora, conlleva el uso de estas herramientas y un adecuado programa de mediación, tanto como lo educativo formal e informal.
En mi caso personal, por mis serios problemas de audición actual, no soy capaz de escuchar lo que los demás hablan en un evento en vivo, sin embargo, es importante permanecer ahí y atender a sus gestos, porque con el tiempo aprendo a leer los signos de la no verbalidad, sumado al lenguaje de la mirada y fortalezco con estos mecanismos mi propia intuición. De ahí otra importante función de las transmisiones de estos encuentros por redes, pues así no tengo problemas de escuchar. Solo subo el volumen a la computadora.
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Baner del evento en Cero Uno.
Por otro lado, la gente reconoce mi preferencia por el arte contemporáneo, y soy muy atacado por ello, pero no solo soy el atacado. Hace unos días, por FB, leí a una persona que criticaba fieramente la instalación que Rafael Ottón Solís montó en la Plaza de la Cultura, -un montículo de piedra bola de río con piedra cuarta de relleno, titulada “El silencio”. “Soy como agua que se derrama” 2022, parte externa de la muestra “Hilo Vibrante” de Museos del Banco Central de Costa Rica, exposición curada por María José Monge-, diciendo que para él, eso que Rafael Ottón creó, no era arte, y que él mismo lo podría hacer. Eh ahí el discurso de oposición, muchos ahora encuentran que pegar con cinta adhesiva un banano a la pared, como lo hizo Maurizio Cattelan en Art Basel Miami Beach en 2019, y cobrar grandes cantidades de dinero, es fácil y pueden repetirlo; pero quién es primero, ¿el huevo o la gallina?, Eh ahí el dilema actual y sus discusiones en torno a la creatividad y el valor significativo de la obra de un artista contemporáneo que alcanza mayor notoriedad.
Pero, por otro lado creo que esa gente que critica tienen razón en atacarnos, pues les hemos fallado con la mediación y los programas educativos de los museos del país, que generalmente son hechos o dirigidos para los mismos artistas que ya están convencidos y no necesitan ningún plus. Pienso que hay que lanzarlos para todo aquel público que no entiende la cultura de hoy, no comprende sus paradojas y contradicciones. Es para ellos que urge más pláticas y conversatorios transmitidos por redes para ampliar la comprensión de una manifestación, que es cierto que es compleja, pero hay que estudiar tácticas de comprensión, asimilación, y esa es tarea de todas las instituciones culturales, no solo de los museos, e incluso de instancias privadas como ésta donde hoy nos reunimos, donde el centro de atención fue algo vital, pues diserníamos acerca del valor de la pintura de este inquieto joven costarricense en el contexto actual del país y la región.
Resulta comprensible decir que no hay que gastar pólvora en zopilotes, pero eso es lo más facil que nos mantiene en nuestra zona de confort, importa cargar con la culpa de una pobre educación artística en primaria o secundaria y de los programas informales que debemos reforzar, o, sobre todo, revisar su eficacia.
Bueno, ya para concluir con este comentario me complace sobremanera felicitar al espacio Cero Uno, a sus organizadores, y a los participantes en este encuentro en el cual se habló de las fortalezas de la obra pictórica de Roberto Carter, de ese enigma que cultiva, pues eso agranda el sentido de la creatividad de nuestros días, aporta nuevas oportunidades en territorios de crecimiento, comprensión y significación ante nuevas posibilidades de reunirnos en torno al arte.
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