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La experiencia autorreferencial en la interpretación del arte

Foto del escritor: Luis Fermando QuirosLuis Fermando Quiros

Crónica referencial de la visita a un evento educativo


Visita a la Escuela de Arte y Comunicación Visual de la UNA, el viernes 28 de octubre de 2022.


En una tarde ya sin lluvias de estas, estuve en un evento de la Cátedra de Pintura de la Escuela de Artes y Comunicación Visual de la Universidad Nacional, en Heredia, aprovechando la visita del Historiador del Arte Gustavo Larach de Honduras, y al cual asistimos algunos colegas artistas (Rolando Castellón, Dinorah Carballo y Rafael Ottón Solís, para ser preciso) invitados por el Decano de esa Facultad el maestro José Pablo Solís. Yo, por motivos que aún no logro explicarme, creo que fue debido a mi presión arterial, había perdido el don de escuchar; sin embargo, el maestro Larach e su plática sobre los orígenes del arte contemporáneo, mostró una pieza de Mark Rothko, que de inmediato me conectó con lo que él discursaba y que los estudiantes atendían concentrados en aquellas detalladas explicaciones.


En la práctica de lectura e interpretación del arte contemporáneo, la experiencia autorreferencial regenera un detonante que trae consigo raíces y que motiva a investigar: Evocar un hecho o experiencia vivida, de como comprender una determinada manifestación, como en mi caso personal la de “campo” o espacio, enigma a resolver al interpretar un determinado momento en esa experiencia, que se constituye en motivo e impele a regenerar nuestros criterios, juicios críticos y acercamientos a la teoría del arte. Si la experiencia no posee esa raigambre de sentido, es imposible accionar nuestra capacidad de lectura de una obra de arte e interpretarla, pero si la tiene, abundarán las palabras.



"Rothko Chapell" Huston, Estados Unidos. Capilla para celebrara todas las religiones del mundo. Foto de Google Images.



En los años ochenta del siglo pasado, que apreciaba con gran motivación la obra del ruso norteamericano Mark Rothko (1903 Rusia – 1970 NY), experiencia que, como le sucede a la mayoría de personas afines al arte en América Latina o en el Sur Sur, solo la había visto antes en diapositivas, libros de arte y/o revistas especializadas, pero jamás sería lo mismo que la percepción después de apreciar una de esas obras en vivo, en este caso de la colección Peggy Guggenheim Venecia, fue una experiencia muy singular como aprendizaje del arte. Este aspecto es central a la comprensión de las expresiones artísticas y me rercuerda también las palabras del historiador brasileño Frederico de Morais, en una entrevista que le cursé en 1997 para la revista Fanal del Museo de Arte y Diseño Contemporáneo (MADC): “nada sustituye a la obra de arte”.


Espacialismo en la pintura abstracta

Muy a pesar de conocer las teorías artísticas de mediados del siglo anterior, que capitalizaron la manifestación que llamaron “espacialismo” provocado por el color en la abstracción, e investigaciones cromáticas en las cuales participaron entre otros Barner Newman, Mark Rothko, Ives Klein, Lucio Fontana, fue hasta el preciso momento de detenerme una mañana de primavera ante la obra de Rothko, y no quitarme de ahí hasta que comenzara a revelarse aquella vibración en los planos de color y a ver cómo estos se separaban en distintas posiciones adelante y atrás en el cuadro, generando “campos” visuales, fenómeno solo explicado por los discursos psicológicos de la Gestalt. Recuérdese que la pintura de Rothko consiste en varias bandas de color horizontales de distinto tamaño sobre el fondo blanco del lienzo.


El instante de aquella percepción quedó marcado para siempre en mi memoria, y hoy cuando me refiero a Rothko lo advierto aún, mi memoria lo revive, y ofrece suficientes palabras para explicarlo, para comentarlo, para ofrecer un criterio acerca de la experiencia viso-perceptiva en la poética de esa pintura. que llamamos “espacialista”.


De manera que cuando se me presenta la tarea de lectura e interpretación de esa u otra obra, busco en mí mismo esas memorias y experiencias afines para tener una fuente de pensamientos y vocablos al respecto y con las cuales lo pueda definir y a la vez aludir al fenómeno visual. Hablamos de habilidades cognitivas, y gestálticas afines a quienes trabajamos en dicho campo o espacio, en nuestro caso pictórico, gráfico o visual: Es decir, el campo visual es aquello que nuestro ojo puede ver cuando fijamos la mirada en un determinado punto; pero también influyen sus alrededores o zona periférica al punto de interés.



La "Banana Chapell", en sala 4 del MADC, expo de Moisés Barrios en 2017.


La Teoría del Campo, de Atilio Marcolli, (1976 Teoría del Campo. Curso de Educación visual. Madrid Xaralt) define que el “campo” es un espacio en el cual median entes visuales con características constantes y/ comunes a cada uno de sus componentes, ya sea porque tienen características homogéneas, en cuanto a colores, a forma, tamaño. material y función. De ahí se definen lo que llamamos leyes gestálticas como la cercanía, la similitud, el tamaño, el movimiento común, entre otras.


Importa recordar que ese acto de la percepción requiere de concentración y reposo interior por parte de quien lo observa, como entrar a una capilla donde se reciben estos estímulos del fenómeno cuyas respuestas son sensaciones perceptivas, que no son ni irreales ni reales, están matizadas por el color, por su complementario o imagenes residuales retenidas por el cerebro en su forma negativa, pero al llegar a ese estado de conciencia se activan nuestros esquemas de la visión. Por ejemplo, si miramos un punto negro en una pared blanca, después de unos instantes si se enfoca la vista en otra zona de la pared, el ojo percibirá un punto blanco rodeado de una sombra. Igual sucede al observar un punto verde, luego de transcurrir el tiempo en que el ojo se satura, de ponto se verá un punto rojo, debido al contraste que llamamos de simultaneidad. El ojo inventa el color que necesita para equilibrar las fuerzas perceptivas existentes en el campo visual o espacial.


El campo o color y la espiritualidad

Entonces, cada vez que evoco a una pintura de aquel maestro, o de quienes lo acompañaron en sus exploraciones, e incluso en la propuesta de la “Rothko Chapell”, aprecio una luz en mi memoria que enciende aquella primera experiencia en la cual comprendí la naturaleza física y psicológica del color, e incluso palpo el sonido de las aguas de los canales de Venecia, que se escuchaban al estar abiertas las ventanas del Museo donde estaba expuesta la obra en cuestión. Vivencio aquellos campos de energía cromática vibrantes y que se disgregaban en el cuadro para conformar otro campo, otro espacio antes no visto pero que está en nuestro cerebro.



“Potasio: las repercusiones de la abundancia”, 2017, del guatemalteco Moisés Barrios, curada por Adriana Collado y Daniel Soto del MADC. Sala 1. Foto cortesía del MADC.


La “Banana Chapel” 2017 de Moisés Barrios en el MADC

Esta instalación en la Sala 4 del Museo de Arte y Diseño Comtemporáneo, de San José, Costa Rica, en la exposición “Potasio: las repercusiones de la abundancia”, 2017, del guatemalteco Moisés Barrios, curada por Adriana Collado y Daniel Soto, consistía en un par de bancas en una de las cuales me senté a solas, para deleitarme con aquella enigmática luminosidad de la “capilla” y una luz que chocaba en los distintos planos formados por las paredes. Estos planos de las paredes y el cielo raso suspendido, en tanto diedros, suscitaban un sentido minimalista de reducción de las emociones a la casi inexistencia o más bien totalidad del espacio para sumirse en la contemplación activa del vacío. Después de ojear el brochure de la muestra, me percaté que era una reinterpretación de la “Rothko Chapel” 1971, construida en Houston, Estados Unidos, para celebrar a las religiones del mundo y sitio multiuso, pero a la vez, para decantar el sentido de espacialidad que como se dijo caracteriza a la pintura de aquel maestro ruso-norteamericano.


Estos aspectos maduran en mi una reflexión de cuando visito una exhibición de arte en un museo o galería, reverberan los recuerdos de situaciones y lugares que de alguna manera acrecientan y conectan con lo observado en esos momentos y lugares; cargan valor a la memoria del museo y si no ocurriese, que no experimentara dicho trance, es porque no saqué nada de la visita y es cuando digo que perdí el tiempo. De pronto me vi sentado -no en un templo “bahai” para todas las religiones y creencias como también un día visité en Chicago, Illinois, ni en la capilla de “Rohko”, santuario para la mirada construida en Houston, sino en la del Rosario en Vence (Costa Azul o “riviera” francesa, enclavada en los Alpes Marítimos), apreciando precisamente los murales pintados por Henry Matisse en 1951, tres años antes de su deceso; los pintó durante una larga convalecencia en aquel convento, donde aquellos trazos imprimieron carácter al arte de sus últimos años apreciados por su íntima reducción al mínimo para que el alma alcance la paz consigo. misma.


Pués, y ya que referencio la muestra “Potasio” 2017 en el MADC del maestro guatemalteco Moisés Barrios, aprovecho que ese montaje museográfico estaba muy cargado de signos y símbolos nos habla de bananos, una fruta donde el elemento “potasio” es muy importante para el equilibrio nutricional, pero también nos conecta con las evocaciones del cultivo de esta fruta y cuanto representa en la historia centroamericana, de épocas de explotación de los trabajadores bananeros y el extractivismo agrícola que motivó la clausura de las plantaciones en el Caribe, y buscar otras tierras, en este caso en la zona Sur del país. ( https://www.meer.com/es/35274-republicas-bananeras / https://www.meer.com/es/36501-estrecho-dudoso-y-bienal-centroamericana )


Entonces, y con ello concluyo este acercamiento a la teoría del arte, explico, como la memoria es una concatenación de eventos y percepciones, que motiva una a la otra, y que he llamado “experiencia autorreterencial,” activas en el momento de interpretar el arte de nuestros tiempos, y lo que denomino en mi jerga “reflexionar”. Son fenómenos de la percepción visual que se parecen a los enlaces en internet, a las palabras poderosas y lo que llamamos hipervínculos, donde siempre uno conduce a otro. Aquella reverberación cromática en la pintura de Mark Rothko que aprecié en Venecia, me orientó a recordar, y amarrar una serie de lecturas y reinterpretaciones no solo de la teoría sino también de la historia del arte, que nos ilusiona y motiva a continuar buscando, porque siempre habrá un algo más que encontrar.






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