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Luisa González de Sáenz. El Gamonal. Colección del Museo de Arte Costarricense
El Museo de Arte Costarricense en sala herradura exhibe una notable observación e investigación, muestra para apreciar la pintura y dibujo de Luisa González Feo de Sáenz (1899-1982), titulada “Trascender lo Terrenal”, curada por María José Chavarría, noviembre de 2022, pero también para aprender de hacer arte, que no es lo mismo que sólo saber pintar y dibujar.
Lo expuesto son retratos y paisajes de una colección quizás en parte desconocida y otras obras ya apreciadas en distintas muestras, libros, reseñas, revistas, como es el caso del retrato “El Gamonal”, cuya singularidad me impresionó desde que esculcara sus significados en mis inicios por las sendas del arte, en los años setenta y ochenta, referenciado en el pensamiento crítico de Ricardo Ulloa Barrenechea en su libro Pintores de Costa Rica de 1979 y sucesivas apariciones publicadas por la Editorial Costa Rica, pero yo estaba convencido que aún el dardo no había dado en el epicentro del asunto. Así que para mi esta es una propuesta de enorme importancia.
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Luisa González de Sáenz. Retrato de la señora Goicoechea. Colección del Museo de Arte Costarricense
Reflexionar y caminar
Siempre que me toca comentar una exposición que mucho me impresionó, y, como dije, me enseñó, me sume en cavilaciones acerca del proceso de apreciar arte: Llegar al museo y repasar una y otra vez la propuesta nos implica a saber más acerca de lo que significa hoy valorar el producto cultural, la creatividad, lo innovador, y en particular, de una artista como ella quien interpretó signos de una realidad muy singular en el contexto de la cultura y sociedad de Costa Rica en la primera parte del siglo XX, pero hacerlo, preguntar, cuestionar, especular, derivar, quizás al indagar desde nuestros propios linderos del conocimiento artístico, es un lindo desafío por lo que admito disfrutar esos momentos en que fui apreciando uno a uno aquellos cuadros haciendo conexiones e intentando visualizar el interior de la referida tormenta.
Creo además y por ello volví a repasar este texto atravesado por una ansiedad por no haber dicho todo lo que se merece decir, pues a doña Luisa le tocó vivir el proceso de destetar al arte local de la academia que instauraron los maestros fundadores de la Escuela Nacional de Bellas Artes en 1897, y los que fueron llegando de Europa emulando las técnicas y estilos de aquellas escuelas del pasado. Proceso que aún hoy es nuestra preocupación: descolonizar al arte de aquellas posturas y estéticas dominantes.
Importa analizar sus motivaciones personales de artista y mujer en aquella perspectiva, e indagar cómo resolvía los asuntos de contenido y de la técnica, con constancia y rigor como se aprecia en sus estudios y bocetos abundantes en la sala de la herradura del MAC. Y, tal y como dije, nos reta a interpretarlos hoy, de acuerdo a la referencia de aquel contexto necesario de abordar para que rinda su estudio y que la visita al museo sea provechosa siempre. Esta es la mejor parte de ir al museo: que nos nutra en cuanto al bagaje que solo podemos portar cuando despierta el deseo de conocer y valorar lo encontrado, deducido, interpretado y en este caso asimilado a través de las miradas críticas de una mujer artista desafiando al tiempo y lo establecido.
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Luisa González de Sáenz. pintura.
El interior de la tormenta
Trasciende que en ese espacio de agitación -de estar en, y no ver los toros desde la barrera-, se remueve todo: árboles, paisaje, personas, edificaciones, los nubarrones, el camino polvoriento que recubrió la piel de El Gamonal; pero también las montañas, las colinas con sus pastos crispados por esas ventiscas, y cerciorarse que ahí gravita el ojo del fenómeno (y en arte ocurre algo similar), en el cual se equilibran las fuerzas atmosféricas en un estado de quietud, pero en un instante puede ser subvertido por cualquier movimiento de las bandas tormentosas y arrebatar aquella quietud tan de naturaleza interior, temblorosa, afectada, nerviosa, como la que vivenciamos hoy y sobre todo en estos tiempos tan encabritados de esta tercera década del siglo XXI.
Los retratos y paisajes de esta autora son una caja de resonancia de lo social, psicológico, espiritual o religioso, político, realidad e irrealidad donde suelen aparecer aves que vuelan y atormentan al artista que las pinta, como le ocurrió a Vincent Van Goh al intentar crear una de sus últimas pinturas en la cual esas aves rondaban el lugar bajo el tórrido sol y el viento avasallador. Esa adversidad puede ser real o simbólica, pero también afectar la interioridad de la artista. Se trata de un aspecto que me lleva a evocar una de las famosas cartas de Vincent a su hermano Theo, cuando comenta que una parturienta enseña al recién nacido con sus mejores ropajes, pero que no deja ver los trapos ensangrentados del parto.
Esto es conmovedor, sin duda, y en la pintura de González Feo, los aspectos vivenciales suman a esa categoría expresiva en el tratamiento de algunas figuras como son los troncos y ramajes de los árboles, que los pinta sinuosos, personificados o fabulescos con un signo de lo atormentado y frenético de la existencia, sobre todo cuando ella, la pintora, se vuelve catadora de una poética y sensibilidad única, singular manera de mirar al mundo, lo que ocurrió y se fue pero nos deja heridas, nos deja huellas. Y eso lo admiro en ella pues ultimó escenarios que visualizaba en la pantalla de un tiempo en proyección, hacia adelante pero nunca hacia atrás.
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Luisa González de Sáenz. pintura.
Me evoca también un decir de Freud refiriéndose a que los viejos solo experimentamos la memoria, el ayer, no tenemos visiones a futuro como las que tienen los jóvenes, pero esta autora, Luisa González Feo de Sáenz, en ese sentido era una mujer siempre joven.
Por lo general admito la autorreferencialidad como detonante del discurso crítico, pues sí no lo he vivenciado antes, el gesto me deja fuera y no estimula a entrar en su interpretación y derivar un aprendizaje de la jugada. Esta percepción del conjunto expuesto evoca además en mi conciencia y reflexión personal, el filme “Los pájaros”, aquella película del cine norteamericano de 1962 dirigida por Alfred Hitchcock, caracterizada por el terror, drama y suspenso asimilado de la novela corta de 1952 de Daphne du Maurier, que nos mantiene pegados al asiento como si éste representara el único lugar en el mundo donde podríamos apertrecharnos ante aquellas agudas pezuñas y picos de las aves de rapiña.
Lo siniestro como signo existencial
Estos estudios, bocetos, cuadros y vitrales de González Feo expuestos en el MAC, implica la conciencia de un tiempo cuando esta pintora comienza a demostrar su importante talento para la pintura y el dibujo, entre los años treinta y cuarenta del siglo pasado. Alberga un carácter escatológico que pre-visualiza las grandes tensiones que afectarían a la humanidad entre dos grandes conflictos bélicos mundiales, y que no cesó de afectar y catapultar a la expresión y manifestación crítica, sumida en un clima denso de angustia y quizás hasta desesperanza. Imagínense tan solo si esta visionaria dama del arte costarricense viviese en tiempos actuales, ¿cuál sería la impronta de ese gesto que influiría la vida, la atmósfera quebrantada por la contaminación, y una naturaleza desprovista de follaje, capaz de disparar la emocionalidad del espectador por lo expuesto en el MAC al ver reflejado un entorno en crisis en la pantalla de su (i)realidad y subjetividad.
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Luisa Gonzalez de Sáenz. pintura.
“Trascender lo terrenal”
Esos escenarios irreales pintados y tan propios de esta mujer en el arte nacional, convive en ellos lo literario y mitológico, lo expresivo de lo surreal o fantástico casi al punto de lo atormentado, por lo cual comenta la curadora Chavarría en el texto del brochure:
“La aparición de los personajes y de la naturaleza animada, nos transportan a escenarios de gran fuerza y recogimiento a la vez. Es posible encontrar esta época escenarios donde la potencia del paisaje se contrapone a las figuras aisladas que los habitan, así como un número importante de referencias a paisajes bíblicos como es el caso de La mujer de lot, ampliamente estudiada por la artistas” (Chavarría, 2022 Brochure MAC).
Aquí radica el centro de este abordaje: una mujer atormentada por el terror del tiempo pasado, en el cual coexiste un miedo atávico de un personaje del libro del Génesis que desobedeció la instrucción de Dios de no mirar a atrás, por no estimar esperanzas en el presente ni en nuevos signos que podría transformar el futuro. Esas escenas bíblicas aparecen además en los vitrales, y en particular el tema de San Francisco a quien doña Luisa González dedica varios estudios para su vitral, pero también están en los frontones de las puertas en la arquitectura ideada por la artista para abundar con citas al recogimiento conventual, quizás esa sería la única mirada esperanzadora puesta en el porvenir.
Los resonantes retratos de Luisa González Feo
Ahí desaparecen esos signos de horror en favor de una tensa calma, expresados en la mirada y en las manos de los personajes retratados. Chavarría agrega al carácter dramático de una de las principales obras expuestas:
“Sus retratos cuentan con una gran carga expresiva que viene de la estilización y el manejo del color. Dentro de esta línea sobresale el Retrato de María Cristina Goicoechea, un óleo de 1936 que obtuvo el Primer Premio en Pintura de la 8va Exposición de Artes Plásticas organizada por el Círculo de Amigos del Arte”.
En el caso de “El Gamonal”, y al contrario del óleo premiado en 1936 en el Círculo de Pintores, éste representa un personaje de la cultura de los pueblos y zonas campestres, que en su mirada develaba esa interrogante ante el devenir, preocupación por un mañana que no se puede adelantar porque está preñado de incertidumbre. Lo que ve con la pantalla de su imaginación es el ayer o el hoy, y en sus manos y al contrario de las del óleo referido, están con los dedos entrecruzados, como un signo más de ansiedad por el presente.
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Luisa Gonzalez de Sáenz. pintura.
Como expresé, me interesó conocer esta pintura desde tiempos juveniles, y hasta ahora la logro percibir en vivo y explorar sus superficies que representan a una piel añosa y empolvada, cargada de texturas que pueden representar las vicisitudes del día a día al acercarse a los bordes o al dibujo de las facciones de la cara, se aprecian unos empastes particulares, que lo vuelve aún de mayor incerteza, si la comparamos con el tratamiento plano y sintetizado del retrato de la señora Goicoechea. Pero esa mirada hacia el infinito horizonte, preocupación por su posición en la vida y la sociedad, poseedor agrícola u otras propiedades, quizás el hato, la milpa, el cafetal, la peonada, lo que da de comer, pero no deja de ser un signo latente de preocupación que instiga y endurece lo incierto y el no saber.
Quizás para cerrar
Pienso que este acercamiento a la pintura de Luisa González Feo de Sáenz, es un buen reto para comprender otros pasajes del arte costarricense a los cuales no acostumbro transitar, pues para mí, la acción de caminar es sinónimo de pensamiento, teorización, interpretación de signos, y que en mi caso que me declaro por completo absorto por los desafíos de lo contemporáneo, pero animé una observación a la muestra en el MAC, valoro que me deja también importantes aprendizajes o experiencia para futuros retos. Y acercamiento al fin para avistar hacia territorios que antes rehusé, quizás por mi propio miedo a la experiencia que muchos hombres y mujeres que no miraron atrás como a la mujer del legendario Lot bíblico, que temieron pisar las aristas del abismo, sin saber que, como diría el poeta y filósofo martinico Edoard Glissant en Poética de la Relación: Son los abismos que llevamos dentro.
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