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Pandemonium de Tomo 77 y la idea del deseo

Foto del escritor: Luis Fermando QuirosLuis Fermando Quiros

Gráfica de la pandemia en Sala 1.1 del Museo de Arte y Diseño Contemporáneo



Pandemonium de Tomo 77 en sala 1.1 del MADC, foto cortesía del Museo.



El término “pandemonium” utilizado por Tomo 77 (Tony Agüero) para titular la muestra individual de gráfica contemporánea en la Sala 1.1 del Museo de Arte y Diseño Contemporáneo, marzo de 2023, visualiza -más que una reunión o ritual demoniaco tal y como podría interpretarse este vocablo-, como una caricatura del estado de emergencia y de lo que representó para él o para muchas más personas la pandemia de años recién pasados. Sin embargo, en tanto cita el título o foro de geniecillos o demonios mitológicos en el jardín del paraíso perdido, habrá siempre un elegido quien actúe como enemigo: la ansiedad, la confusión, el tiempo de hastío para comprenderlo en términos de lo que para todos nosotros representaron aquellas contingencias y cala de la incertidumbre experimentada al abrir esta tercera década del siglo XXI y el tercer milenio de la humanidad.


En el ejercicio crítico de repasar y buscar contenidos a los signos enunciados por el artista en la sala expositiva, uno como observador se expone a lo expuesto, a que lo visto nos instigue a la interpretación, a la discordia revivida por la memoria de largos meses de auto confinamiento, y al mismo tiempo eludirlo con un buen antídoto: una mirada esquiva, impidiendo que lo que retorna no toque nuestras claves sensitivas y no nos invadan esos personajes satíricos, para que no nos envuelvan con sus mantos de contradicción y del no saber que en el caso de este artista son el tratamiento de esas superficies y lenguajes de una jerga gráfica celebrativa de un tiempo y una situación en el arte y discursos de actualidad.


La pandemia del coronavirus la recordamos no solo por el auto-encierro, uso exigido de mascarillas y otros protocolos sanitarios, sino por resignificar un espacio propicio para reencontrarse consigo mismo, y, en la medida de lograr esa íntima comunicación con nuestro yo, catapultar los razonamientos y sensibilidad hacia el imaginario de la autorreferencialidad, como lo hace Tony Agüero al crear esta serie de imágenes de abundante signo gráfico en negro, rojo y blanco, que nos sugieren mirar al caleidoscopio tanto como a un embudo toroidal que traspasa los cuerpos y superficies al exigir nuestras córneas y mácula de la visión para mirar por aquellos espejos delatando un movimiento que atañen al sí mismo y a la discreta autocomplacencia de los goces y artificios del cuerpo.



Pandemonium de Tomo 77 en sala 1.1 del MADC, foto cortesía del Museo.



El artista comenta que esta investigación se gestó en esos tiempos de crisis e ensimismamiento provocada por la pandemia, y lo hizo en una experiencia de migrante por tierras norteamericanas, en particular en la ciudad de Oregón, Estados Unidos, cuando pretendió documentar las reacciones, que el denomina “individuales y colectivas”, “personales y universales”, en una estadía marcada por el aislamiento y por aquellos estertores de la danza de los demonios, que acuden cada vez que existe confusión, desenfreno, gritería y absurdo.


Todos sin excepción tuvimos nuestra propia interpretación de esas horas, algunas viendo filmes en cable o video, otros metiéndose como observadores pasivos a los partidos de fútbol de otros anales del tiempo pues en ése era prohibido el juego del cuerpo, o repasando videos de música, chateando en computadora o atisbando a las nuevas incógnitas del mundo; pero fue un tiempo maravilloso para los artistas, como lo testimonia con esta muestra Tomo 77, al permitir reflexionar y activar el pensamiento analítico - deductivo de lo que sus ojos miraban con un sentido más que crítico. Por fortuna no nos taparon los ojos -solo las narices y los labios- por lo tanto, aprendimos a leer más a profundidad esos sesgos de la interpretación al sentir la miel o el veneno del puñal del otro, aunque nos perdiéramos buscando el sabor jugoso de los labios y culminar el deseo.


El filósofo hispano Eugenio Trías define para nosotros y en esta perspectiva lo siguiente:

Nuestra experiencia personal, social, histórica es índice de esta escisión del Deseo y la Producción: el sujeto siente como “poder extraño” un “principio de realidad” en el que no puede insertarse para consumar su apariencia erótica: un principio que, muy al contrario, se yergue frente a él como eso que dificulta su erotismo y le obliga siempre a pactar, a transar. (Trias 1997. p51)


Esa gráfica que constituye el lenguaje gráfico de Tomo 77, asimilada del grabado xilográfico, envuelve, invade, pero a la vez catapulta a otros sentires liberatorios, como un ritual de sanación para los recuerdos de aquellos meses de confinamiento y en muchos casos de ausencia y silencio. Eran como un licor espiritoso que al emborracharnos nos curaba del desparpajo de un tiempo perdido, pero, como dije, aprovechado por los artistas quienes consumidos en su taller horas y días gestaron esa obra tan característica de la gráfica contemporánea, y que asimila la técnica de impresión en diversos sustratos como el papel, el aluminio o las telas.


Y para concluir con este acercamiento a mi interpretación de la muestra de Tomo 77, vuelvo a citar a Trías, cuando al hablar de la belleza como instancia terrible, argumenta esta conclusión: “ese grado de lo terrible que los humanos podemos soportar” (Reiner María Rilke), esa deidad que siembra por todas partes a la vez beneficio y desastre (Charles Baudelaire), ese ser asociado inexorablemente con la muerte (Thomas Mann): “Quien contempla la belleza con los ojos se ha conciliado con la muerte”. (citado por Trías en El Artista y la Ciudad. p44).


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