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Panorámica de la muestra Mayinca Textiles en Casa del Artista.
Por Luis Fernando Quirós
En estos días en que está expuesta la onceava Mayinca en la galería Rafa Fernández de La Casa del Artista (ECA), (rotonda de Guadalupe, Goicoechea) institución educativa del Museo de Arte Costarricense (MAC), me embargó cierto extrañamiento al evocar mis propios tiempos de aprendizaje e inicios de mi carrera, allá en los primeros años de la década de los setentas del siglo pasado. Precisamente, fue cuando esta noble institución, dirigida en esos tiempos por doña Olga Espinach, fundó, en la ciudad de Paraíso, una sede de aprendizaje artístico con el mismo nombre con que ella creó su famosa “Casa del Artista”. Y ahí ahora acá en ECA está su retrato sumido en el jardín interior dando simbólicamente la bienvenida a quienes visiten la escuela, quizás como ella misma lo está, en esos jardines de nuestra interioridad y memoria cultural.
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Muestra Mayinca Textiles en Casa del Artista.
Relataba ayer, precisamente, que tuvimos un conversatorio entre algunos artistas y estudiantes actuales de arte, respecto a la Mayinca, curada por Rolando Castellón y quien escribe, que doña Olga, llevaba todos los días a los profesores y algunos estudiantes avanzados para impartir la dinámica artística que se gestaba ahí, con un importante grupo de chiquillos de aquel cantón cartaginés. Ese acto me hace vibrar de remembranzas acerca mi ciudad natal, y en la cual he vivido por muchos años, con aquellas noches frías, ventiscas que suben el valle de Orosi y Ujarrás, de brumas y lluviecilla majadera de esa que llamamos “pelo de gato”, además del ámbar de las luces en la iluminación pública, que daban al entorno un toque de nostalgia ocre-amarillo y en particular a aquella escena.
Para transportar a los profesores que iban de San José a Paraíso todas las noches, desde la Casa del Artista, que en esos años quedaba en el anexo del Teatro Nacional, donde ahora está la Plaza de la Cultura, regalaron una vieja ambulancia de esas herméticas de antes, digo sin ventanales, y ahí llegaban a impartir las clases de dibujo, pintura, y escultura. A veces la ambulancia se quedaba varada, y había que empujarla para que arrancara y poder proceder al viaje de regreso a San José. Los mismos chiquillos alumnos de Paraíso empujaban por las calles aledañas, y, recuerden que ese lugar es un columpio: en bajada quedaba fácil empujar y los chiquillos iban a carcajada limpia viéndose a así mismos detrás de la ambulancia, pero cuando les tocaba cuesta arriba, la cosa cambiaba y el mundo lo veían pesado, nada jocoso, duro, como la misma vida.
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Dos instalaciones de Luis Fernando Quirós, Alma Del Valle, 2015, y El Chamán, 2022.
De los muchachos que llagaban como profesores, recuerdo a uno de apellido Calvo, de Taras (de la familia que fabricaba pólvora llamados “los Calvitos”), a un muchacho llamado Fernando que pintaba con espátula, grueso, al óleo, a un Antonio Chinchilla que al contrario pintaba paisajes muy románticos bañados por el claro de luna de escenas nocturnas y azuladas, y luego se fue a México, aunque creo que allá falleció hace pocos años; recuerdo también a Ricardo Jiménez, uno que ahora es miembro de ACAV, y a Alberto Calderón quien también es paraiseño.
Para no cansarlos con el cuento, yo mismo era de ese grupo de chiquillos que les tocaba empujar pero que aprendieron mucho de aquella didáctica del arte. Es, por esta razón, que guardo un cariño muy grande por esta institución y en particular por doña Olga, de quien en vida escuhé muchos consejos que me motivaron a adentrar en esta práctica artística siempre, e intentar explorar nuevos territorios y lenguajes posibles.
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Se parecia la pieza de Mónica Rivera.
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Vistas generales de Mayinca Textiles. 2022.
Exhibir Mayinca ahí, fue y es un reto y siempre me genera anécdotas, como esta que le relato. Esta exposición ya tenía sus años de hacer intentos de montarla en esa sede. La última antes de esta en 2022, ya teníamos la aprobación para exhbir Mayinca en esas salas, y un par de semanas antes, Rolando y yo fuimos a ver el espacio para planear el montaje. Él y yo acostumbramos a hacer un performance siempre que llegamos a algún museo o galería, y consiste en sacar ratones del brazo izquierdo, tomar la foto de la acción y subirla a la página de FB. Ese día se nos juntó el amigo Alejandro Villalobos que daba en ese momento una clase de grabado. Pues, a la Junta Directiva del MAC y a la directora de esos años en particular, no les pareció y vieron aquella acción de sacar ratones como indecente, o ¿qué se yo?, pero el permiso que teníamos para hacer la muestra no prosperó.
No fue hasta tiempo presente que llegó a la dirección del Museo de Arte Costarricense el historiador y curador Esteban Calvo y lo dirige con una actitud diferente, pero respetuosa; el permiso de montar Mayinca, que pare este año focaliza los textiles fue su principal punto de gestión, y se montó con la creatividad y estilo museográfico contemporáneo que distingue a Castellón. Mi gratitud hacia esta institución que motivó mis primeros trazos en el arte, permanece y se ve robustecida por el estímulo de Esteban, como cabeza de la Institución, apunta a ser directriz en muchos de los aspectos atinentes a la práctica artística en tiempos tan complejos como el que vivimos.
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Panorámica de la muestra Mayinca Textiles en Casa del Artista.
De manera que, y con esto concluyo, sobrepasar el umbral o vestíbulo de la Casa del Artista, representa mucho para mí, principalmente ese matiz de la memoria cultural costarricense, y tal como dije, es gratitud y coherencia por lo que me motivó allá en mi juventud, y que siempre ha sido como colocar un ladrillo más en la pared de mi vida de artista, escritor y teórico del arte actual.
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Panorámica de la muestra Mayinca Textiles en Casa del Artista.
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