“Lo que no vemos crece de todas formas”
Por Luis Fernando Quirós, Diciembre 2021
Ingrid Cordero y Sofía Ureña, exponen, con la curaduría de Lola Malavasi Lachner, Daniela Morales Lisac, y Paula Piedra, exponen en el Centro Cultural de España, San José. Fotos cortesía de las curadoras.
Al intentar evocar el Bicentenario, diría que pasó sin tantas estridencias celebrativas, y casi sin percatarnos. Fue un 15 de septiembre deslucido, raptado entre restricciones o protocolos sanitarios por la pandemia que no cesa, y serias revelaciones de corrupción en el gobierno, municipalidades e instituciones descentralizadas, incluso en la política de cara a las próximas elecciones nacionales; no deja de resonar la reestructuración presupuestaria por la cual la Cultura no está exenta, ante las presiones del Fondo Monetario Internacional (FMI), que implica aún más impuestos para paliar las raquíticas arcas estatales. De todas maneras, fue una celebración -si se le puede llamar así-, ofuscada, excepto por unas pocas exposiciones de arte contemporáneo, puntos sobre las “ies” para cuestionar y asumir posiciones de resistencia y beligerancia delante de las presiones del poder.
Las costarricenses Ingrid Cordero y Sofía Ureña, con la curaduría de Lola Malavasi Lachner, Daniela Morales Lisac, y Paula Piedra, exponen en el Centro Cultural de España, San José. Una de las actividades en los centros culturales de la cooperación española en las capitales del istmo, curaduría general de Tamara Díaz-Bringas y Ricardo Ramón Jainé, en conexión con otra muestra allende el océano Atlántico, en Casa de América, Madrid, rememorando, como se dijo, el Bicentenario de Independencia de las repúblicas centroamericanas, 1821-2021. Enlazo mi comentario a la propuesta de CCEsp de Managua, curada por Illimani de los Andes.
Ingrid Cordero y Sofía Ureña, exponen, con la curaduría de Lola Malavasi Lachner, Daniela Morales Lisac, y Paula Piedra, exponen en el Centro Cultural de España, San José. Fotos cortesía de las curadoras.
Quizás por esa No Celebración que influenció las fiestas de independencia, el ayer dio un paso hacia adelante, para encender tácticas que enfrenten las paradojas del presente, y, empoderen ante la fragilidad y circunstancias de la actualidad. La vida debe continuar con el trabajo, el estudio, mantenernos creando, investigando, produciendo para sacarle provecho al tiempo, el cual, hoy nos presenta otra dicotomía: la del artista actuando como el científico, cambiando su visión de mundo, de lo racional hacia lo irracional-creativo, exploratorio, sintetizador, sumido en el laboratorio, buscando una nueva piel, viva y que transparente el alma del arte.
La Materia, Tiempo, y Entorno, son palabras clave que impelen a comprender la cuantía de estas metodologías tan porosas entre ciencia y arte, me evocan al escritor japonés Kobö Abe (1924-1993) al afirman que los frutos de la investigación no se hayan en los resultados sino en el proceso.
Ingrid Cordero y Sofía Ureña, exponen, con la curaduría de Lola Malavasi Lachner, Daniela Morales Lisac, y Paula Piedra, exponen en el Centro Cultural de España, San José. Fotos cortesía de las curadoras.
Las curadoras de esta propuesta sostienen:
“Por medio del cultivo de celulosa bacteriana integra en su práctica artística tejidos vivos, amigables con el ambiente y los acompaña de objetos o materiales encontrados en un gesto que prolonga su vida útil. Su trabajo se encuentra en la intersección entre arte y ciencia, un laboratorio de experimentación con los materiales y las formas”. (Malavasi, Morales, Piedra 2021)
“Lo que no vemos crece de todas formas”
Ancla una frase de las curadoras en su texto: “lo expuesto está vivo y es afectado por el entorno, y el mismo entorno afecta a la muestra” (Malavasi, Morales, Piedra 2021). Así debe ser, cuando se repasa el tiempo: Adelante o atrás, objetiva otra noción, la del tiempo fractal contrapuesto a la métrica del tiempo reloj, o el tiempo atmosférico tan variable o invariable como la subjetividad y permea el ánimo en la práctica artística, acota sus procedimientos para investigar y elaborar proyectos, referentes y metodologías del hoy, y, la conexión que tengan las artistas con el entorno:
Material, tangible e intangible. Obtención de un tejido musilaginoso y vivo, aplicado en los libros arte, y en algunos bio-textiles que cuelgan en la sala y escurren en unas cajas de acrílico sobre una alfombra de tierra.
Tiempo, desborde-afectación. Es un sujeto y objeto de la creación, que se multiplica como la raicilla “rizomatosa”, y se estira durante la visitación a la obra.
El entorno, que tiene que ver con las superficies urbanas, las territorialidades objetivas o subjetivas, y que en mi caso personal me engulleron en el acto, al presenciar aquellos flujos proyectados en la membrana que acuerpa la obra.
Ingrid Cordero y Sofía Ureña, exponen, con la curaduría de Lola Malavasi Lachner, Daniela Morales Lisac, y Paula Piedra, exponen en el Centro Cultural de España, San José. Fotos cortesía de las curadoras.
En sincronía con el enigma, la contradicción, el caos, cuando lo que hacemos, en tanto son hormas duras, nos hacen (como decían los sociólogos de los setentas del siglo pasado, entre ellos Alexander Mitscherlich, en el Fetiche Urbano 1968). No dejan de ser apreciadas en estas búsquedas para conformar el lenguaje y el discurso contemporáneo, tan bien resuelto en el caso de esta propuesta, donde y en tanto rizoma, aún habrá más.
Visitar la propuesta de Cordero y Ureña, me sugiere una vez más que el arte y la ciencia liman sus asperezas ontológicas e integran, como la idea de redirigir el visor del pasado hacia adelante, al obtener esa piel viva, que crece o decrece, vive o muere. Evoca, y como referí, al escritor Kobö Abe, en su novela de los años sesenta del siglo anterior: “El Rostro Ajeno”, publicado en español por Siruelas en 2007. Acota su sinopsis:
“Convencido de que el alma reside en la piel, de que su propio ser se ha desvanecido junto con los rasgos de su cara desfigurada a raíz de un accidente, un científico se obsesiona con la idea de cubrirse con una máscara, otro yo que concibe como un nexo con el mundo”. (Abe 2007)
Ingrid Cordero y Sofía Ureña, exponen, con la curaduría de Lola Malavasi Lachner, Daniela Morales Lisac, y Paula Piedra, exponen en el Centro Cultural de España, San José. Fotos cortesía de las curadoras.
En cuanto al material, por lo visto y relacionado con esta propuesta, es de suma importancia la tela, la membrana cobertora y porosa de esa gran matriz, o placenta que nos devuelve al útero materno, al cual queremos volver para palpar ese entorno orgánico donde apreciamos burbujas del líquido amniótico, y la métrica o ritmo de un corazón que late, provocado por aquellas proyecciones de luz sobre dicha membrana, que incluso su sombra se percibe en las paredes, y no deja de advertir temor, ante las circunstancias de la incertidumbre.
Dichas propiedades orgánicas son propias de la materia textil, hecha a partir de la bio-materia o, como ellas mismas lo llaman: “un material bio-textil”. Con esto ensayan tácticas, o soluciones factibles a esas preocupaciones del artista actual, de sumirse en un laboratorio de experimentación y producción, para aportar a la descarbonización del planeta, y por ende, a la nueva economía de las naciones delante al desafío del tiempo y los embates del poder hegemónico -político-económico-, de siempre, con todo y sus estrategias de penetración y apropiación de otras segmentaciones del mercado.
Un ruedo de tela teñida o pintada con manchas oscuras como la materia orgánica, como las manchas del banano maduro, que traen además las evocaciones de otras pugnas históricas para este istmo centroamericano, antes llamado “Repúblicas bananeras”, y constituyen un espacio muy poroso, que nos permite ver a través de la transparencia otras materias colgadas en aquel vacío que fluye hacia adentro y hacia afuera. Un espacio dinámico, activo, vivo, rememorativo, como se dijo.
Ingrid Cordero y Sofía Ureña, exponen, con la curaduría de Lola Malavasi Lachner, Daniela Morales Lisac, y Paula Piedra, exponen en el Centro Cultural de España, San José. Fotos cortesía de las curadoras.
Posee unos cortes o huecos que tienen dos funciones: ver lo que esta adentro, la materia, impregnada de luminosidad, un traje o una horma, y generar el espacio vitrina; el que permite ver y a la vez mostrar. Y, por otro, que el espacio circundante o neutro de las paredes de la sala, como dije, reciban la luz y la sombra de ese ruedo vivencial, con esas mirillas recortadas, y que vuelven multi-significativo el asunto abordado: Un espacio quizás carcelero de las tensiones internas y externas del lenguaje, del discurso actual encontrado o leído en las superficies artísticas urbanas, como son los grafitis, los carteles, vallas, murales arquigrafías, grandes pantallas de tv o proyecciones, poética de la ciudad que encuentra ecos y musicalidad en algunas palabras que a veces no se dicen, pero nos atrapan, sacuden, inyectan valor, conducen, alientan o desalientan para que suceda algo, para no permanecer iguales después de la experiencia y conexión con el arte.
De por sí, como agrega el título de la propuesta: “Lo que no vemos crece de todas formas”.
Ingrid Cordero y Sofía Ureña, exponen, con la curaduría de Lola Malavasi Lachner, Daniela Morales Lisac, y Paula Piedra, exponen en el Centro Cultural de España, San José. Fotos cortesía de las curadoras.
Fuera de ese contorno enmarcado por la tela pecosa y atravesada por vectores lumínicos, hay otros elementos muy heteróclitos para la creación, aunque también acrecientan el enigma de la materia, la contradicción del tiempo, y del entorno cambiante. Una especie de cajas acrílicas dispuestas sobre ruedos de tierra, que también parecen lastres o escombros, terrón, polvo, asperezas tan significativas como la vida, y en diálogo con otras materias textiles que cuelgan de lo alto y que, al escurrir, dejan un charco espumoso en aquellas cajas acrílicas. Tremendo, al lenguaje que acuden estas artistas para mostrar su conexión y empatía con el arte de esta tercera década del siglo XXI, y con el desafío de la lectura.
Las curadoras, en otro célebre párrafo de su texto dicen: “El espacio artístico invita a la contemplación y al desaceleramiento; a salir de la cotidianidad para entrar en un espacio de comunión con las obras y sus enunciados”.
Diría que, en este caso, me encanta el uso de la tierra, la evocación del territorio, del continente, de la meseta, de la isla o el archipiélago, del istmo o aquel Estrecho Dudoso 2006 que percibió, acuñando estas transformaciones discursivas Virginia Pérez-Ratton y Tamara Díaz, y que revolucionó la percepción de un arte confrontado a lo universal desde las posturas de lo particular. Me recuerda además aquel poema tan amado de la Dulce María Loinaz: “Rodeada de mar por todas partes”… Y la antigua Aztlán, patria de los “hombres de Tierra y Agua”, de este istmo transitado por migrantes de todos los confines terrestres, y aquel mapa de tierra creado por el chamán del arte centroamericano Rolando Castellón, que va de Panamá hasta California, recuperando tierra o propiedad histórica, tierra de la memoria que pertenece a una madre violada, parida, agredida por las tensiones hegemónicas de siempre. Tierra que también agrega sentido al ser lastre de la vida, con todas sus contingencias e incertidumbres que nos afectan, y sobre el cual se proyectan esas luces y sombras dentro de aquel gran vientre de la cultura moderna, y aquella raicilla del rizoma que crece e ignoramos dónde irá a dar un nuevo brote.
Ingrid Cordero y Sofía Ureña, exponen, con la curaduría de Lola Malavasi Lachner, Daniela Morales Lisac, y Paula Piedra, exponen en el Centro Cultural de España, San José. Fotos cortesía de las curadoras.
Luego están los libros, los eternos cómplices del intelecto y la memoria de la humanidad, en ese caso los libros arte confeccionados con biocelulosa, materiales degradables que seguirán (des)integrándose o hasta creciendo más allá del tiempo y las presiones sociales, culturales y económicas que nos embargan hoy en día, donde nada se mueve sino bajo control del dominador. Respecto a estos libros las curadoras agregan:
“Cada libro-objeto será otro experimento para llevar un registro de los diferentes procesos que afectan a los distintos materiales. Los libros continuarán su degradación mucho después de que la exposición haya terminado, lo cual resultará en un muestrario de cómo cada elemento que los compone cambia con el tiempo”. (Malavasi, Morales, Piedra, 2021).
Ingrid Cordero y Sofía Ureña, exponen, con la curaduría de Lola Malavasi Lachner, Daniela Morales Lisac, y Paula Piedra, exponen en el Centro Cultural de España, San José. Fotos cortesía de las curadoras.
Que me queda o afirma al visitar esta intensa exposición
Me afirma, y con esto concluyo, el valor de la creatividad en la práctica artística actual, el valor del lenguaje como signos que provocan el parto de las nuevas circunstancias en el cual el binomio Ciencia – Arte implican al paradigma: el proyecto, la proyectualidad como método con el cual disipar las dudas, la incertidumbre, el no saber que siempre serán acicate a la eterna actitud del artista de disentir, de cuestionar, de intentar ver más allá.
En el caso de la trama de Kobö Abe, ya citada, la piel inventada durante años de proceso de investigación de carácter autorreferencial, reinventa al científico o personaje central de la novela, incluso influye en su sicología y personalidad. Importa también deducir que ocurrirá con esa piel o bio-textil de Cordero y Ureña, ¿qué nos hará?, o ¿en qué nos convertirá?, ¿cuál será la afectación de esos resultados y proceso, en el cual, las artistas a quien investigan será a sí mismas?
Bibliografía
Malavasi P, Morales D., Piedra P. Texto curatorial. 2021
Abe, K. “El Rostro Ajeno”. Siruelas en 2007.
Mistcherlich, A. Fetiche Urbano. Enaudi 1976.
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